martes, 23 de abril de 2013

Victus o una epopeya de la resistencia catalana




A propósito de la lectura de Victus, de Albert Sánchez Piñol


Albert Sánchez Piñol, escritor y antropólogo muy apreciado en Cataluña por la novela de ciencia-ficción La Pell Freda, es un catalanista convencido. En una entrevista concedida a Jordi Milian para el famoso blog L’Illa dels llibres, en ocasión de la publicación de Victus (Edicions La campana), Sánchez Piñol, al ser interpelado sobre si encontraba similitudes entre la época de 1714, marco de su novela, y la actual, respondía: “Sí. En el 1714 nos machacaron físicamente. En el 2014, simbólicamente. Pero en el fondo es lo mismo. Lo que quiero decir es que hoy en día, y en la Europa occidental, la violencia del poder se ejerce por otros medios, pero en última instancia el objetivo es el mismo. También debo admitir que yo nunca he creído en el concepto de España...”.

Por si quedara alguna duda, en una entrevista concedida al diario El Periódico, Sánchez Piñol afirma, en relación con la toma de Barcelona por las tropas borbónicas en 1714, que "fue una derrota apocalíptica, una derrota militar e institucional, pero ha dejado un capital simbólico que hoy se puede expresar con orgullo (...) el problema no se ha resuelto. Estos 300 años han sido un paréntesis", tesis que parece avalada por la pretensión del actual Gobierno catalán de celebrar una consulta soberanista en la fecha precisa del tercer centenario del desastre.

Está clara la opinión del autor, ¿contamina con ella la novela? Por supuesto que sí. Una obra literaria no es más que un ejercicio de manipulación, como el propio Sánchez Piñol da por sentado en otra entrevista publicada en La Vanguardia. Con esa idea en mente, cabría describir Victus como una suerte de epopeya de la resistencia de las clases populares catalanas en defensa de sus derechos sociales y políticos contra Felipe V, durante la Guerra de Sucesión.



Pero no nos confundamos, numerosos historiadores coinciden en afirmar que la documentación historiográfica que ha manejado Sánchez Piñol es exhaustiva y que el reflejo histórico de los hechos a lo largo Victus está bien conseguido. Ello no le resta naturalidad a la novela y el relato fluye de manera ágil y amena, pese a las frecuentes y eruditas referencias sobre fortificaciones y asaltos que lo salpican, y todo gracias al tono popular y hasta barriobajero con el que el protagonista, Martí Zuviría, pícaro pero ilustrado ingeniero militar, describe su vida a una caricaturesca amanuense, supuesta escritora de los hechos.

Así, el clásico artificio literario del dictado oral concede a Victus una gran frescura, que se plasma en las descripciones vehementes y las contundentes opiniones de su protagonista. Es, precisamente, a través de esa visión personal de Martí Zuviría donde se refleja la intención política del autor, que hace equilibrios en el filo de la Historia; basten un par de citas de entre las muchas que la novela ofrece sobre el mismo tema:

“En realidad España no existe; no es un sitio, es un desencuentro”...

 “La hidalguía española...la hidalguía española...¡Me tiro un pedo en su hidalguía! ¿Qué teníamos nosotros que ver con esa gentuza? Para un castellano de pro trabajar era una deshonra; para un catalán, la deshonra era no trabajar”

Victus es, en fin, un libro muy atractivo no sólo por su fácil lectura sino también por añadir nuevos argumentos, en forma de mítica gesta histórica, al fuego de la reivindicación de la patria catalana. Ambas circunstancias tienen fiel reflejo en el maremágnum que la Red ofrece sobre la novela, en forma de entrevistas al autor, citas en los más variados blogs, elogios extremados y críticas furibundas (incluso de ciertos sectores culturales catalanes, que reprochan a Sánchez Piñol que el original de la novela esté escrito en castellano). ¿Qué más se le puede pedir a una novela?.

De todo ello he salido tan perplejo y con mis limitados conocimientos históricos tan cuestionados (sigo sin asimilar que 300 años no hayan servido para nada) que mi próxima  lectura va a ser La Guerra de Sucesión de España (1700-1714), de Joaquim Albareda, un reciente y bien considerado ensayo de síntesis que, me aseguran, arroja mucha luz sobre el sangriento conflicto internacional que ensombreció Europa a principios del siglo XVIII y sobre sus profundas consecuencias para Cataluña y, en fin, para España.



lunes, 15 de abril de 2013

El Chirbes más devastador



A propósito de En la orilla, de Rafael Chirbes


Rafael Chirbes ha vuelto a escribir un relato social e íntimo al mismo tiempo de la España de hoy, la de la crisis, como ya hiciera hace un lustro en la celebrada Crematorio. En la orilla es un libro devastador donde los paisajes interiores de la derrota tienen su correlato en esa ciénaga a la que acude el protagonista, Esteban, un carpintero de toda la vida metido a promotor inmobiliario en la costa levantina. Es un pantano que quedó al margen de la especulación y que es escenario, paradójicamente, de los momentos más felices en la vida del protagonista.

Como en Crematorio, Chirbes da cuenta del hundimiento social y personal de esa España  donde muchos que se creyeron ricos ahora no tienen ni para comprar el brik de leche de los chicos. En la orilla está construida a base de monólogos absorbentes donde salen a relucir las obsesiones, frustraciones y cuentas pendientes de Esteban y sus compañeros de reparto: de Francisco, su amigo de la juventud, agraciado con el éxito profesional y que, de paso, se llevó al gran amor de Esteban, Leonor; de Pedrós, el promotor que le convence para meter todos los ahorros en unas promociones justo cuando el globo está a punto de estallar; de su padre, un republicano huraño que pasó toda su vida pensando que otra España era posible; de Liliana, la sensual cuidadora sudamericana hostigada por un marido alcohólico y putero y a la que Esteban no puede evitar consolar…

A través de la voz interior de estos personajes, Chirbes, capaz de desdoblarse una y mil veces, hace un exhaustivo recuento de la España del despilfarro, de ese espejismo de país que todos (o casi todos) nos creímos. Era la España de los nuevos ricos que un día sí y otro también comían en restaurantes con estrellas Michelín, que cerraban sus oscuros negocios y pelotazos al calor de un caro whisky escocés, después de haber dado cuenta de una paella de excelente marisco, o que acababan la fiesta en un club con una joven ucraniana entre las piernas.

Como siempre en Chirbes, la ruina material va acompañada de la derrota sentimental y moral. Padres e hijos que nunca se entendieron, amigos que se traicionaron por el amor de una mujer, sueños de juventud que la necesidad o la codicia dejó aparcados para siempre…  Chirbes, en el que es quizá su libro más duro, ha acabado haciendo un relato laico de la bajada a los infiernos. 

Un apunte final. Se ha dicho que En la orilla es la gran novela de la crisis. Puede ser verdad, pero creo que todavía está por escribirse la gran crónica del marasmo, un libro total en el que los protagonistas de verdad -pienso en los Rato o en los Zapatero de turno, en los gestores de las cajas y de las comunidades autónomas que actuaron en connivencia, en los promotores despiadados e hiperactivos, con Bañuelos a la cabeza, en los bancos internacionales que alimentaron la espiral de crédito…- también sean los héroes caídos de la ficción. Creo que hace falta una crónica de la crisis económica (y social y moral) en la línea que Javier Cercas exploró en Anatomía de un instante, donde la ingente información existente sobre los protagonistas de la transición y del golpe de estado del 23-F hizo innecesarios muchos kilos de fabulación.