lunes, 22 de mayo de 2017

El universo femenino de Elizabeth Strout



A propósito de la lectura de 'Amy e Isabelle', 
novela de Elizabeth Strout


Elizabeth Strout se convirtió en un fenómeno literario tras publicar su colección de relatos Olive Kitteridge y ganar con ella el premio Pulitzer en 2009. Debo confesar que no pude acabarla. Y no es que el libro me pareciera malo, pero me aburrió, quizá, como me señalaba una amiga irónicamente, porque la especial sensibilidad de Strout en su descripción del universo femenino fuera demasiado sutil para mí.

En mi descargo, confieso que me ha gustado mucho Amy e Isabelle, la primera novela de Strout, donde profundiza en su exploración del alma de las mujeres, que me ha llegado mucho más que Olive Kitteridge.  La autora dedicó siete años de duro trabajo a Amy e Isabelle, lo que se percibe de lejos en su bien estudiada estructura y en todos los detalles de la trama. El argumento es sencillo: Isabelle, una mujer soltera de mediana edad, y su hija adolescente, Amy, conviven en un pequeño pueblecito de Nueva Inglaterra donde la aburrida vida cotidiana discurre despacio, aplastada bajo el calor de un verano inclemente. Madre e hija se ocultan mutuamente muchas cosas, lo que bloquea su relación, aunque compartan mucho más de lo que se atreven a imaginar…

La novela habla de mujeres con vidas rotas por las casualidades y las decisiones precipitadas: “…comprendía lo extraordinariamente fácil que era hacer daño a alguien, arruinar una vida. La vida era un tejido frágil y los tijeretazos caprichosos de un momento cualquiera de egoísmo podían cortarlo en pedazos… Un tijeretazo aquí y otro allá. Y todo desecho”.

Los personajes femeninos sufren por amor y desamor, por los problemas que afrontan en su trato con los demás, por el efecto del paso del tiempo en sus cuerpos, por las miserias del día a día y los recuerdos que las atormentan. Y sufren aún más por sus deseos insatisfechos y por las consecuencias de su inconsciencia cuando se atreven a satisfacerlos en un instante de arrebato.

Las morosas descripciones del día a día, que al principio casi aburren, refuerzan poco a poco y por contraste la complejidad psicológica de los dramas de las protagonistas, quienes, abrumadas por sus torturas interiores, se enfrentan a sus quehaceres diarios de manera poco menos que heroica.

Eso sí, las protagonistas de Strout redimen sus desventuras gracias a la complicidad que comparten con otras mujeres en sus profundas relaciones de amistad, descritas por la escritora desde la intimidad de cada personaje, con exquisita empatía y delicadeza. Por el contrario, la autora no nos deja penetrar en la mente de los hombres, que se comportan como criaturas zafias, preocupadas tan solo de satisfacer sus bajos instintos. 

Desde su papel subsidiario, aunque decisivo por sus desgraciados efectos, los crueles personajes masculinos de Strout, actúan como teloneros sombríos de sus compañeras, que luchan contra su rudeza tan sólo con las débiles armas que les proporciona su sensibilidad. 

Un juguetón sentido del humor y el hábil manejo de los puntos de vista y de las revelaciones de los personajes son algunas de las cualidades de esta novela aguda, que me ha dejado las ganas de seguir leyendo a Elizabeth Strout… y también un poso de vergüenza masculina, no me atrevo a decir si merecida o no...


jueves, 4 de mayo de 2017

Las ventajas de un mundo sin dinero en efectivo



A propósito de la lectura de 'Reduzcamos el papel moneda', de Kenneth Rogoff

Kenneth Rogoff, profesor hoy en Harvard y que entre 2001 y 2003 fue economista jefe del FMI, ha escrito un libro sugerente donde aboga por eliminar el dinero en efectivo, o por lo menos los billetes grandes. Con abundantes cifras, Rogoff nos demuestra que nadamos en un océano de cash, que además no hace mas que aumentar. Sin embargo, en el día a día, el ciudadano corriente se mantiene al margen de este torrente de billetes, manejándose bien con 40 o 50 euros en efectivo y con un par de cientos ahorrados como mucho en algún cajón de casa.

Si en Europa nos repartiéramos los euros que hay en circulación, tocaríamos a 3.200 por cabeza, y de esa cantidad, el 90% serían billetes grandes, de 50 euros para arriba. En Estados Unidos pasa algo tres cuartos de lo mismo.

En ‘Reduzcamos el papel moneda’, Rogoff mantiene que los océanos de dinero que ha salido de las fábricas de moneda están fuera del alcance del ciudadano corriente y sirven desafortunadamente para engrasar la economía sumergida y el fraude en sus más perversas variantes, como el tráfico de drogas o personas, la extorsión o los sobornos a políticos. Es decir, que esos billetes de 200 o 500 euros que raramente hemos visto poco favor hacen al común de la gente y a la economía en general. Y es que el efectivo no sólo sirve a los capos de la droga o a las mafias para mantener la operativa de sus oscuros negocios. Su mal uso está más extendido de lo que parece y también sirve a las empresas "legales" para evadir impuestos o para pagar en negro a sus empleados, eludiendo sus obligaciones con la Seguridad Social.  

Rogoff no deja de reconocer las virtudes del papel moneda, pero para neutralizar sus efectos perniciosos propone la universalización de las transacciones electrónicas y la eliminación progresiva -en 10 o 15 años- de los billetes de mayor denominación (a partir de 50 euros en Europa y de 100 dólares en Estados Unidos).

Para evitar la exclusión financiera de los que no han usado una tarjeta -por desconocimiento o por no contar con fondos o recursos suficientes-, Rogoff propone que sea el Estado el que ofrezca un servicio básico y universal de emisión y mantenimiento de tarjetas de débito. En un estadio más avanzado, Rogoff propone ir cambiando los billetes todavía en circulación por monedas de cierto peso que compliquen su transporte y almacenamiento, todo con el fin de evitar el fraude.

La hipótesis de Rogoff de un mundo sin efectivo no es descabellada y es posible que la veamos nosotros o nuestros hijos. Al fin y al cabo, en Occidente el dinero en papel es un invento que no tiene más de tres siglos y que aparece con los vales reales. Además, en nuestra vida cotidiana el efectivo ha ido en claro retroceso desde que en los años 50 el Citibank introdujo el dinero de plástico con la tarjeta de crédito. Y lo que está por llegar -la universalización del pago con móvil o de plataformas de servicios como Apple Pay o Google Wallet- hará más aún prescindible el efectivo. Los países nórdicos, nos recuerda Rogoff, son un buen laboratorio y un precedente real del mundo que viviremos. Los bancos centrales también han empezado a moverse en esta dirección y el BCE, por ejemplo, ya ha anunciado que a partir de 2018 deja de imprimir los billetes de 500 euros, tan vinculados al fraude y al terrorismo. Habrá que estar atentos.  

En la segunda parte del libro, Rogoff se pregunta sobre el papel de los bancos centrales, entra en cuestiones de política monetaria y se declara a favor de políticas expansivas, a lo Krugman. Pero eso ya es harina de otro costal.