A propósito de la lectura del libro ‘Mañana será tarde’, de José Antonio Zarzalejos
En los últimos la avalancha de libros con recetas para la regeneración del país ha sido de impresión. Políticos, sociólogos, economistas, urbanistas, literatos, científicos e incluso cocineros y faranduleros han intentado dar con las fórmulas para rehacer un país esquilmado por la crisis económica y descreído y desmoralizado por la inoperancia institucional y la corrupción.
Mañana será tarde, del veterano periodista José Antonio Zarzalejos, director en su día de El Correo Español y del ABC, vuelve a ofrecer un diagnóstico de los males de España. Zarzalejos se centra en cinco puntos: la corrupción, la monarquía, los nacionalismos catalán y vasco y los medios de comunicación. Frente a otros “regeneracionistas” de nuevo cuño que se quedan en vaguedades, el libro del periodista bilbaíno es riguroso. Y eso es de agradecer. Los problemas están bien expuestos y contextualizados, y el libro abunda en datos y referencias a artículos, informes, sentencias judiciales y libros que pueden servir a los que quieran ir más allá, sin por ello quitarle fluidez a la argumentación.
Zarzalejos es un moderado, pero no un tibio. El autor huye del trazo grueso que impone la nueva “democracia mediática” de programas como La Sexta Noche, El gran debate (Telecinco) o La Tuerka (Público TV). Y se moja al analizar el papel hoy de la monarquía, el devenir político en Cataluña o la situación en un País Vasco donde el autor vivió amenazado por los terroristas. Precisamente, el capítulo más sentido es el que dedica al conflicto vasco. En esas páginas Zarzalejos echa la vista atrás para reconocer el Síndrome de Estocolmo que durante un tiempo presidió su relación con los asesinos y la tibieza con que recibió durante años las noticias de las matanzas de los terroristas. Y advierte de que la izquierda independentista trabaja ahora para que se imponga un tratamiento simétrico a las víctimas de ETA y de los GAL, y recuerda que los etarras y su entorno no sólo se retractan, sino que buscan una legitimidad basada en el olvido. Al nacionalismo del PNV le pide que adopte un concepto integrador de ciudadanía, y abandone el excluyente de pueblo.
Para explicar el giro último del nacionalismo catalán, ahora abiertamente independentista, Zarzalejos no entra en debates históricos ni retrocede a la famosa entrada de las tropas de Felipe V en Barcelona, en 1714. El origen del problema, en su opinión, es mucho más reciente. Para el periodista, colaborador de La Vanguardia, es Jordi Pujol el que empieza a preparar en su momento el independentismo actual, abandonando la senda autonomista y de consenso de la Transición. Un proceso en el que Pujol cuenta con la ayuda inestimable de la izquierda catalana y del PSC, que no vieron mejor manera de minar el predominio de Convergencia que asumiendo sus aspiraciones nacionalistas. En cualquier caso, Zarzalejos asume que al día de hoy, el problema ha ido muy lejos, y que no es tiempo de crispar más los ánimos, sino de llegar a un entendimiento político y abandonar la vía judicial como salida. En el medio plazo, cuando las aguas se calmen, supondrá una reforma de la Constitución.
Zarzalejos abomina de aquellos que quieren derribarlo todo para construir desde cero. Su propuesta es la de un reformismo tenaz y eficaz, una vía inaudita de progreso en un país tan cainita y visceral como España, pero que es la seña de identidad de las democracias avanzadas en el mundo. Esa deberá ser la vía para recuperar al país de los destrozos de una corrupción que se hizo sistémica y vergonzosamente aceptada por todos en los años de las vacas gordas, y ese deberá ser el camino también para que la monarquía recupere la legitimidad perdida en los últimos años. A Felipe VI le pide un desarrollo normativo que dé carpetazo de una vez a discrecionalidad que fomentó su padre, a quien recrimina que durante décadas se haya movido en el limbo legal para campar a sus anchas e interferir veladamente en el devenir político. El objetivo: hacer una monarquía “más transparente, funcional, responsable y austera”.
En fin, José Antonio Zarzalejos ha escrito un libro de actualidad, interesante y bien documentado. Como corresponde a un periodista que se precie. Sus presupuestos son los que, salvando matices, defendería cualquier ciudadano interesado en la modernización del país y en resolver los problemas institucionales que lo ponen en jaque. Estoy de acuerdo con lo que dice Antonio Muñoz Molina en el prólogo: puestos a analizar los problemas más acuciantes de España, se echan en falta capítulos dedicados a ámbitos como la educación o las desigualdades. Y también creo que, al hablar de la agonía de los medios de comunicación en España, subestima Zarzalejos el efecto de Internet en la crisis del periodismo. Para Zarzalejos, la caída en picado de la profesión tiene más que ver con la pérdida de legitimidad de las grandes cabeceras, que hoy son percibidos como parte del poder que nos ha metido en la crisis, que con la falta de un modelo de negocio para el nuevo entorno online. Creo que es discutible.