A propósito
de “El dilema de España”, de Luis Garicano
La crisis ha dejado en España un vago impulso reformista. Está en la
tertulia del bar, en los movimientos vecinales (como el de Gamonal, en Burgos),
en las mareas verdes y blancas de Madrid, en los rescoldos asamblearios del
15-M, en algunas políticas del Gobierno… Después de unos primeros años de
colapso económico en el que proliferaron libros y estudios dedicados a explicar
qué nos había pasado, empiezan a aparecer ahora trabajos más orientados a
decirnos cómo salir del hoyo. Es el caso de este librito de Luis Garicano,
economista de la prestigiosa London School of Economics y colaborador del excelente
blog Nada es gratis, de Fedea, un grupo de análisis fundado por Luis ángel Rojo
e impulsor de propuestas muy denostadas por algunos como el contrato único
indefinido.
Se puede estar más o menos de acuerdo con los economistas de Nada es
gratis, pero Garicano y sus colegas se han tomado en serio la tarea de analizar
con rigor la situación de España desde que entró en la crisis y aportar
soluciones, en algunos casos más allá de la economía, en la línea de una
tradición regeneracionista que antes tuvo valedores como Jovellanos o JoaquínCosta.
Garicano es directo e incisivo, y no deja títere con cabeza a la hora
de buscar responsables del desaguisado. Dos lacras, en su opinión, ha dejado la
fiebre financiera e inmobiliaria que trajo el euro: un país escasamente
formado, con un nivel de fracaso/abandono escolar pavoroso; y unas
instituciones ineficientes, dependientes de una clase política y dirigente escasamente
formada y de cortas miras. Sin educación y sin instituciones de calidad (que
rindan cuentas de forma debida y sometidas al arbitraje de organismos
reguladores independientes), un país no prospera. Esas son las palancas que,
para Garicano, han sostenido el desarrollo de países como Holanda o Alemania,
sin ningún recurso natural extraordinario que explotar, pero con un modelo
económico y de sociedad al que deberíamos tender.
En la línea de César Molinas, Garicano denuncia todo tipo de
corporativismos (conservadores y paralizantes por naturaleza) y el capitalismo
castizo que obliga a pasar por el palco del Bernabeú si uno quiere hacer
negocios en este país. El modelo a seguir debería ser el de los Zaras,
Mercadonas y Mangos, obra de emprendedores periféricos que rompieron esquemas
en su sector y aportaron valor, llegando a ser líderes incluso mundiales, y no
el de las energéticas, los bancos o las grandes constructoras, una oligarquía
reminiscencia de tiempos oscuros, una élite extractiva (Acemoglu y Robinson)
que a largo plazo empobrece el país.
Sin embargo, la situación no es irreversible. España no sufre un
castigo eterno de raíz bíblica. Si casi de un día para otro acabamos con el
tabaco en el trabajo y en los lugares públicos, y la tasa de muertes por accidentes de tráfico cayó un 80%, todo es posible. Al decir de Garicano, este
país tiene solución, por más que la gravedad de la crisis nos haga creer que
vamos a seguir en el túnel por el resto de los tiempos. Además, la solución
está en casa, en la voluntad de cambio de los agentes. No será fácil, pues tristemente,
como recuerda Garicano, “las cosas funcionan mal en gran parte porque, simple y
llanamente, a los actores clave no les interesa
cambiarlas”. Ahí es donde este libro se presenta más movilizador, toda vez que el
autor pide la implicación de todos en el cambio. Eso sí, por el tono y las
insinuaciones, Garicano parece desdeñar aventuras revolucionarias y propone un proceso
de reformas tranquilo, evitando la amalgama de voces y la confusión del 15-M o
la lucha callejera de Gamonal.
Garicano hace un llamamiento a los españoles para que nos rebelemos
exigiendo una clase política a la altura del desafío. No estamos ante un libro
de recetas para abordar sólo la salida de una crisis económica, ni otras que
puedan venir. Su libro, a pesar de estar escrito por un economista y abordar
cuestiones como el boom de la construcción, las deficiencias de la unión
europea y del euro o los factores que hay detrás del ritmo de crecimiento de
los países, va más allá y propone otro modelo de sociedad. Lograrlo no será
cuestión de meses, ni de años, sino de décadas. Requerirá trabajo duro,
seguridad jurídica e instituciones transparentes y responsables. Garicano cree
que es necesario retomar la dirección que había tomado España hasta mediados de
los 90, y que el aluvión de dinero barato que trajo el euro hizo saltar por los
aires.
Sobre el terreno, Garicano propone cosas que al político que lo lea le
dará sarpullido, como reducir el número de ayuntamientos de 8.000 a 600, lo que supondría
que no quedara ninguno por debajo de 20.000 habitantes. También propone que las
comunidades autónomas sean responsables de sus gastos ante los electores. O
cambiar de arriba abajo la educación y sobre todo la universidad, renunciado a
la arraigada pero empobrecedora cultura memorística y a los esquemas de
oposiciones actuales, siniestro modelo decimonónico que no garantiza la llegada
de los más capaces a los puestos clave del servicio público. También aboga por
cambios prácticos y asumibles desde mañana mismo, como retrasar la hora y adaptar los
horarios a Europa para hacer posible la conciliación familiar.
El momento es crucial. Garicano
nos viene a decir que España está ante una oportunidad histórica para
engancharse de una vez por todas a la modernidad y la eficiencia europea, o,
por el contrario, huir hacia adelante cayendo en el populismo de corte
neoperonista y dar como bueno un capitalismo de amiguetes donde la riqueza está
del lado del que tiene contactos y las pérdidas del lado de la sociedad. Para
que todo el mundo lo entienda, Garicano nos pone en una encrucijada improbable,
pero con suficiente fuerza metafórica: Venezuela o Dinamarca. La elección es
nuestra.
El dilema de España es un texto incisivo, pero escrito con elegancia y
gran capacidad de síntesis, y donde la elección de datos es acertada. Hay
rigor, pero los números no oscurecen los argumentos y las ideas que propone
Garicano para mejorar el funcionamiento del país y en definitiva, como se nos
dice en el subtítulo, “vivir mejor”, que de eso se trata.