A propósito de la lectura de ‘Contra el tiempo’,
de Luciano Concheiro, y de 'Ser sin tiempo', de Manuel Cruz
El joven profesor de filosofía mexicano Luciano Concheiro ha quedado finalista del Premio Anagrama de Ensayo con un librito excelentemente escrito y que detecta un mal silencioso, pero tan extendido como dañino: el de la aceleración del tiempo. Sabedor de que sus potenciales lectores también sufren esa aceleración vital, Concheiro ha escrito un ensayo exprés donde va al grano desde la primera línea y evita largas argumentaciones y exhibicionismos de erudición.
Concheiro, nieto intelectual de Karl Marx, considera en Contra el tiempo que la aceleración de la vida que experimentamos desde hace dos siglos, desde los tiempos de la Revolución Industrial, tiene un origen claro: el capitalismo y su ansia insaciable de beneficios permanentes. Consumimos más: cambiamos el sofá o el coche antes de que agoten su ciclo vital, tiramos la vieja nevera antes de que dé su último servicio y renovamos armario cada dos meses, siguiendo el ritmo trepidante que impone Zara. Vivimos más atropelladamente porque al capitalismo, con los almacenes siempre repletos de supuestas novedades, le interesa este ritmo frenético de reposición, nos recuerda Concheiro.
Concheiro es un marxista clásico por cuanto para explicar el fenómeno del tiempo hipermoderno recurre en primer lugar a la economía, que es la que luego modela la subjetividad, la cultura o la política. El estrés moderno no es psicológico ni cultural, sino que tiene su origen en los balances de resultados de las grandes corporaciones, esas que cada trimestre tienen que sorprender a los analistas de mercado con ventas y beneficios al alza. Es el turbocapitalismo.
Todos vivimos obligados por “el imperativo social de lo nuevo”. Las consecuencias de esta vida acelerada se dejan ver por todas partes. Sin ir más lejos, el flujo informativo trepidante que proponen Internet y los medios de comunicación erosiona la memoria y complica la elaboración de un relato coherente. Las políticas también son cada vez más cortoplacistas, por no hablar de los planes industriales e incluso educativos.
Como dice Giorgio Agamben, no es posible una nueva cultura sin una modificación de la experiencia del tiempo. Luciano Concheiro identifica el problema y se atreve a proponer una guía de acción para parar este tiempo desenfrenado de la modernidad. Pero el mexicano, traductor de autores como Slavoj Zizek, no es amigo de grandes resistencias organizadas y premeditadas. En su opinión, cualquier transformación radical corre el peligro de ser engullida por el propio capitalismo, como hasta cierto punto ha ocurrido con el movimiento slow que pregonan gurús como Carl Honoré.
Concheiro, en cambio, propone cambiar las cosas desde el ámbito privado, simplemente viviendo el instante, que es lo que nos aparta de la realidad circundante y que, precisamente por eso, es pura subversión. La risa, la danza, la música o la contemplación de una fotografía de Gabriel Orozco son puro instante, que congelan el turbocapitalismo.
En fin, Contra el tiempo. Filosofía práctica del instante es un libro sugerente por cuanto identifica una de las notas más definitorias de la sociedad contemporánea y de la vida de cualquier hijo de vecino, y también es sugerente por la propuesta de contemplación meditativa que nos hace. Una revolución silenciosa para acabar con un mal asumido por todos.
Un librito de Manuel Cruz