lunes, 25 de agosto de 2014

Pérez Reverte contra sí mismo



Rufino Contreras

Escoger a Arturo Pérez Reverte de lectura veraniega es una baza hasta cierto punto fácil, pero también conflictiva. Buscamos una novela de aventuras y evasión, y al mismo tiempo un producto que nos remueva la conciencia, que tan encallada tenemos, y que nos aporte cultura, emociones y un punto de vista diferente. Eso lo tienes asegurado con Reverte, un best seller que al menos se acerca a una interpretación de las cosas que nos satisface como punto de partida.

Pero también te metes en el mundo tumultuoso de un Don Quijote narcisista, que te remueve como una ola gigantesca y te lleva acá y acullà, como un pelele, y te deja a su merced, rendido, ante un autor que se acrecienta poniendo unas reglas de juego, que tienes que aceptar, y someterte a ellas. Si no aceptas el envite, es mejor que no te embarques en sus aventuras. Es lo que tiene este cartagenero. Si te dejas llevar, sin condiciones, te apasionará. Pero si osas a contravenir sus normas, se desmonta su encanto y su prevalencia.

El tango de la vieja guardia es un producto de bella factura. Es de lo mejor que ha creado este novelista, con un lenguaje maduro, un estilo cinematográfico y una capacidad de recreación de la belle epoque admirable. Pero te deja cierto amargor, como los cócteles que tan bien describe en la narración.

Para un apasionado de los tangos, de las historias de espías, de los amores románticos, de la intriga y la acción… esta obra cumple todos los requisitos para triunfar. Son tres partes bien diferenciadas, con Buenos Aires, Niza y Nápoles como escenarios básicos. Un amor imposible de dos personajes que nunca encontrarán un camino común. Aromas del Gran Gastby, Jardiel Poncela, Titanic, Desayuno con diamantes, Casablanca o de un Clint Eastwood otoñal…

Todo ello lo conjuga Reverte con maestría. Pero su obsesión omnisciente, su necesidad de crear una obra inmortal que le aleje de su catalogación de autor comercial, termina traicionándole. Pérez Reverte lleva tiempo buscando la novela que le consagre en el olimpo que ya alcanzaron Vargas Llosa o Ana María Matute. En mi modesta opinión (perdón por el atrevimiento), sólo volviendo a las fuentes de El Húsar podría alcanzar su propósito. Para mí, es su obra insuperable.