lunes, 23 de junio de 2014

Ciencia política al rescate de un país contra las cuerdas



A propósito de la lectura de La urna rota, de Politikon.es


En los años de las vacas gordas, la ciudadanía española se olvidó de los asuntos públicos, hipnotizada por la marea de crédito y el supuesto bienestar que traía consigo. Sin embargo, el final del encantamiento, que llegó (a pesar de Zapatero) en 2009, hizo que el país cambiara de actitud y que cualquier sitio -el bar, el aula universitaria, la máquina del café en el trabajo o el taxi- se convirtiera en un lugar propicio para recordar desde la nostalgia los buenos tiempos y también para enredarnos en disputas con cierto aire regeneracionista. Todos, de repente, nos dimos cuenta de que el país, el Estado, las instituciones y la economía, hacían agua por todos lados, de que no funcionaban, y salimos en busca de soluciones. Con más intuición que otra cosa, eso sí.

El mundo editorial vio el filón. Y en estos años la literatura regeneracionista también ha sido abundante en las librerías, dando lugar a títulos que en ocasiones han llegado a trascender para convertirse en bestsellers. Fue en lo que ocurrió en una primera etapa con los panfletos movilizadores de Stephane Hessel o de José Luis Sampedro. Y más tarde con Todo lo que era sólido, reflexión en voz alta de Muñoz Molina sobre la crisis que nadie vio venir, o las novelas Democracia, de Pablo Gutiérrez, y la muy brillante En la orilla, de Rafael Chirbes, quizá el mejor ejercicio de estilo con el descalabro de telón de fondo. O también con el sugerente análisis del jurista Santiago Muñoz Machado. Tampoco han faltado los diagnósticos de los economistas, los verdaderos gurús del momento, y sus recetarios para salir del atolladero. Pienso en los visionarios Santiago Niño Becerra y Nouriel Roubini, en el mediático Paul Krugman, o en libros posteriores de José Carlos Díez o Luis Garicano, cabeza más visible del grupo de analistas reunidos en torno al blog Nada es gratis. En definitiva, ha habido para dar y tomar, y llegarán muchos más, toda vez que la crisis va para largo. Incluso los políticos que llevaron al desastre o que en su momento hicieron bien poco para evitarlo se dieron el capricho editorial: el mismo Zapatero, Solbes, Felipe González, Ramón Jáuregui...

La urna rota también se sube al carro de la regeneración, aunque sus autores son unos desconocidos treintañeros interesados por la sociología, las ciencias políticas y la  estadística, y que combaten los lugares comunes que sufre el debate público sobre el futuro de España desde el blog Politikon.es. El punto de partida del libro es claro: la crisis ha hecho saltar las costuras del país, pero no sufrimos un castigo divino del que no podamos redimirnos y salir fortalecidos. No estamos condenados, por la genética, la historia o la cultura, a tener un país siempre al borde del precipicio. Al contrario, los analistas de Politikon.es aseguran que estamos ante una crisis no tanto económica como institucional, y que se puede resolver si hay voluntad por parte de todos. Han fallado los políticos, el modelo de representación y los resortes con que cuenta la sociedad para sanear la democracia. España es un país fracasado porque sus instituciones no están a la altura y no hay incentivos en las élites y en la propia ciudadanía para que las cosas funcionen. En este sentido, el libro parte de tesis transitadas antes por Acemoglu y Robinson en Por qué fracasan las naciones, aunque allí el análisis de la situación es mundial.

Es de agradecer a los autores de La urna rota el esfuerzo empleado para plasmar las cuestiones y debates en muchos casos académicos con una lenguaje al alcance de cualquiera, sin renunciar por ello al rigor y los datos estadísticos para apuntalar los argumentos. Se nota en la escritura que los promotores de Politikon.es están fogueados por el debate en Internet y la escritura sintética de Twitter. Es un trabajo que localiza los puntos de fuga del sistema, empezando por unos partidos políticos monolíticos y cerrados que compromete la elección de líderes. También analiza el sistema electoral español y la idoneidad de abrir las listas o trasladar a España el sistema mayoritario británico, donde el político electo se debe antes que nada a sus electores. Asimismo, denuncia los estrechos vínculos entre los políticos, sobre todo locales, y la administración, causa de buena parte de los asuntos de corrupción que han aparecido en los últimos años.

La urna rota no contiene recetas mágicas y evita los atajos revolucionarios. Hay mucho ganado en las últimas tres décadas, vienen a decirnos sus autores, y ha llegado la hora de dar un paso adelante y consolidar una democracia de más calidad. La democracia es un sistema imperfecto, lento, de prueba y error, pero preferible a mesianismos de izquierda o derecha. El libro rehúye los clichés y las respuestas rápidas y contaminadas por la pasión del debate mediático y entre partidos. Así, recorre los pros, pero también los contras, de las listas abiertas,  del sistema electoral, de las primarias en los partidos, de la democracia directa (sin la mediación de los partidos), de los ensayos de laboratorio previos a la ejecución de políticas públicas o de la inclusión de tecnócratas y funcionarios en los niveles más altos de la administración.

Aunque las élites son causante de buena parte de los males que aquejan al país, los analistas de Politikon.es creen que el alejamiento de los españoles de la cosa pública ha empeorado la situación y retrasado la llegada de soluciones. La Transición blindó a las élites, en un modelo que va de "arriba abajo", y hoy seguimos padeciendo las consecuencias de ese planteamiento, que ha dejado al país sin contrapesos a los partidos. La sociedad civil española está poco vertebrada y los medios de comunicación se mantienen rehenes del poder. Como resultado, la contestación siempre es puntual, vaga y poco efectiva. El 15-M es un buen ejemplo de ello. E iniciativas como los asociaciones antidesahucio, un motivo para la esperanza.

En fin, estamos ante un buen libro de ágil lectura y que puede ayudar a muchos a poner en el contexto adecuado y sin dogmatismos muchos temas que son tratados con frivolidad en los medios. Y, de paso, elevar el nivel de esas conversaciones regeneracionistas del bar o de la máquina de café del trabajo, a las que tan aficionados nos hemos hecho. Y quién sabe si también a fomentar la participación en unas instituciones y en un futuro que nos pertenecen a todos.