jueves, 23 de febrero de 2012

La sombra alargada de Keynes





A propósito de La economía del miedo, de Joaquín Estefanía


Joaquín Estefanía es capaz de contar de forma amena y comprensible lo que está ocurriendo al mundo complejísimo y oscuro de la economía y las finanzas, lo que no es poco en un país como el nuestro, tan dado a la pereza mental y al cliché, y tan falto de divulgadores competentes. Desde sus primeras páginas, La economía del miedo tiene el pulso de un libro de combate o de denuncia. No tanto en la línea de los celebrados panfletos de Stéphane Hessel (Indignaos) o de José Luis Sampedro (Reacciona), y sí en la del discurso de la película Inside Job, donde el desenmascaramiento de la realidad se apoya en un reportaje periodístico contundente, discutible si se quiere, pero serio y rico en fuentes.

En el primer capítulo, que da título al libro, Estefanía analiza el miedo paralizante que, en su opinión, se adueña de una sociedad al borde del abismo económico y que es alentado desde el poder. No son los temores tradicionales a la muerte, el infierno o la enfermedad, sino a esos mercados “que tienden a reducir los beneficios sociales y las conquistas económicas del último medio siglo; miedo a quedarnos sin ese bien cada vez más escaso que se llama trabajo, a reducir nuestro poder adquisitivo, al subempleo, a la marginación económica y social”.

Después, Estefanía baja el tono y elabora un extenso reportaje de 300 páginas sobre las crisis que han asolado la economía mundial desde la Gran Depresión a la Gran Recesión de nuestros días. El crack del 29 y la crisis que se origina en 2007 con las hipotecas subprime centran la atención, pero también la caída de los tigres asiáticos a finales de los noventa, la burbuja japonesa, la suspensión de pagos de México a principios de los ochenta, la “contabilidad creativa” de Enron o Woldcom o la crisis del rublo son casos expuestos con ánimo pedagógico.  



Por encima de eso, el trabajo del periodista de El País es una denuncia de los desmanes del neoliberalismo que se ha impuesto en el mundo desde principios de los ochenta con Thatcher y Reagan, que ha primado la desregulación de los mercados y ha tenido como consecuencia un alejamiento del sector financiero de la economía real productiva y de las expectativas de ciudadanos y gobiernos. Estefanía denuncia que siempre hayan sido los estados y las políticas keynesianas los que han tenido que enmendar la plana al capitalismo en su versión neocon. La figura del economista inglés sobrevuela gran parte de libro.   

La economía del miedo suscita muchas preguntas (sobre el papel de la economía y de los economistas, sobre el equilibrio democracia-capitalismo, sobre la corrupción como motor del sistema…), pero sobre todo se cuestiona –en línea con lo que se plantea estos días en los centros de poder de este país y del viejo continente- si lo más conveniente para salir del marasmo económico son las políticas de austeridad y recorte. Estefanía recuerda que, paradójicamente, el país que desencadenó la crisis y que es adalid de la desregulación, Estados Unidos, ha seguido inyectando dinero en el sistema como vía para enderezar la situación y reducir una tasa histórica de desempleo. Solo el episodio de la caída de Lehman Brothers respondió a ese principio tan liberal de que “cada palo aguante su vela”, y políticos tan dispares como Bush Jr. y Obama han recurrido sin rubor a planteamientos keynesianos.     

Marx, Keynes, Galbraith, Stiglitz, Krugman, Amartya Sen... El libro de Estefanía nos pone sobre la pista de una buena parte de la mejor literatura económica de los últimos 150 años. La pena es que el aparato teórico que saca a relucir no es ni mucho menos completo. Estefanía rehúye la confrontación y el diálogo con la tradición liberal. Las referencias a economistas y pensadores “de la otra orilla” son más bien escasas. Tan solo se detiene brevemente en las figuras de Schumpeter y de Friedman. 


Es el punto débil de este largo relato periodístico, que aporta mucha y valiosa información, pero que no llega a dar voz a todas las partes.  La economía del miedo está lastrado por ese deseo del autor de confrontar cada episodio de la historia económica reciente con la tesis de partida: la injusticia histórica que supone que el “capitalismo de amiguetes” haya sido rescatado una y otra vez por los poderes públicos sin que nadie parezca haber aprendido la lección.    

A la vista de lo acontecido en las últimas décadas, Estefanía no se despide con buenas noticias: “Desde principios de los noventa hay dos características en el sistema que sobresalen por encima de las demás: la acumulación de crisis cada vez más frecuentes (con mayor cadencia y velocidad) y más profundas (con mayor capacidad de contagio por amplias zonas geográficas); y la financiarización de la economía, que consiste en que lo financiero es preponderante en los acontecimientos, y lo productivo o industrial es subsidiario”.
  
En fin, La economía del miedo es un libro interesante, bien escrito, ágil y ameno –Estefanía recurre con frecuencia a la literatura, el cine o el arte para reforzar sus planteamientos-. El autor hace un buen ejercicio de síntesis y de divulgación para iluminarnos sobre temas extremadamente complejos. Pero, como dije antes, conviene leerlo con cierta prevención, pues Estefanía es un keynesiano convencido y eso se nota en cada línea de su trabajo.    


La economía del miedo
Joaquín Estefanía
Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores
348 páginas
19,95 euros





sábado, 11 de febrero de 2012

Ecologismo o barbarie




A propósito de la Pentalogía de la autocontención, de Jorge Riechmann


Comentábamos hace poco en este mismo blog las propuestas que nos ofrece Jeremy Rifkin para superar las amenazas que la futura escasez de combustibles fósiles y los graves problemas ambientales existentes suponen para nuestra civilización.  Rifkin, recordemos, propone un modelo basado, por un lado, en la esperanza de una sociedad más abierta y participativa y, por otro, en la popular confianza en las ilimitadas posibilidades de la ciencia y la técnica para superar las dificultades globales a las que nos enfrentamos.

Un punto de vista radicalmente distinto al defendido por Rifkin (al menos en lo referente a la fe tecnológica) es el que postula Jorge Riechmann, otro polifacético e hiperactivo autor, en este caso español, y por tanto, mucho menos mediático. Riechmann, a punto de cumplir los cincuenta, es actualmente profesor titular de Filosofía Moral en la Universidad Autónoma de Madrid. 

En su interminable currículo se cuentan estudios de Matemáticas, Filosofía, Literatura alemana y Ciencias Políticas (disciplina en la que es Doctor), no menos de dos docenas de libros de poesía, varios de ellos premiados, traducciones de dramaturgos alemanes como Heiner Müller y poetas franceses como René Char (su traducción de Indagación de la base y la cima, fue galardonada con el Premio Stendhal en 2000), un sinnúmero de artículos y de participaciones en simposios, congresos y mesas redondas y una larga lista de ensayos, muchos de los cuales indagan en lo que podríamos definir como ecología social y sus implicaciones filosóficas, políticas, económicas y morales. Una buena forma de conocer  el pensamiento y las motivaciones del autor se encuentra en su blog: http://tratarde.wordpress.com/

La  Pentalogía de la autocontención está compuesta (no pretende ser necesariamente un oxímoron) por las 1.700 páginas de los libros Un mundo vulnerable, Biomímesis, Gente que no quiere viajar a Marte, La habitación de Pascal y Todos los animales somos hermanos, todos ellos publicados en la interesantísima editorial Libros de la Catarata. La Pentalogía constituye una concienzuda y detalladísima defensa del pensamiento “ecosocialista”, al que representa Riechmann, y puede leerse como un amplio tratado de los fundamentos lógicos y filosóficos en los que se apoya el movimiento ecologista para oponerse al modelo de desarrollo económico que nos guía. Constituye, por lo demás,  una interesantísima fuente de reflexiones sobre sostenibilidad ambiental  y social.  





Riechmann, cómodamente asistido por su abrumadora erudición, que le permite citar con igual soltura a autores “clásicos” del ecologismo como Ayres o Goergescu-Roegen, a sociólogos como  Bowles, Gintis o Giddens y a grandes pensadores universales como Habermas o Castoriadis,  argumenta prolijamente que, siendo finito nuestro planeta, no podemos pretender que nuestros apetitos y deseos sean infinitos, porque ello conducirá a la autodestrucción de la sociedad tal y como la conocemos y a la ruina ecológica de la Tierra.  

Podríamos plantear el dilema al que nos enfrenta la Pentalogía, y el movimiento ecologista en general, en los siguientes términos: ¿es posible que una mayoría mantenga, o consiga, un modo de vida razonablemente complejo y cómodo y, simultáneamente, reducir drásticamente el consumo mundial de materia y energía a fin de evitar una crisis ecológica global?

Riechmann responde afirmativamente,  si bien se opone frontalmente a esa grata idea de desarrollo sostenible que se basa en que la solución para seguir viviendo “igual de bien” sin afectar seriamente al planeta consiste en la adopción de sistemas ecológicos en nuestros coches y en nuestros aparatos de aire acondicionado. Por el contrario, para Riechmann, “desarrollo sostenible quiere decir vivir bien sin coche y sin aire acondicionado”, en un mundo de ritmo mucho más lento bajo una economía planificada, donde se diluya el efecto pernicioso de nuestra ambición sin límites, ese corrosivo veneno que nos impulsa a considerarnos los amos de la Tierra y que tantos males acarrea, como, nos recuerda nuestro autor, ya nos reveló Pascal (“he descubierto que todas las desdichas de los hombres proviene de una sola causa: no saben permanecer en reposo dentro de una habitación”).

En consecuencia, Riechmann ataca sin piedad las bases políticas, sociales y económicas  en la que se sustenta nuestra “sociedad de la abundancia” (o nuestra aspiración a conseguirla en estos tiempos de crisis), a la que opone una propuesta de actuación social y económica basada en cuatro principios: autolimitación de nuestros deseos y ambiciones o suficiencia, biomímesis o imitación de las soluciones que la Naturaleza nos ofrece, un concepto muy querido también por Rifkin, ecoeficiencia, como antítesis de la terrible ineficiencia de nuestra economía despilfarradora,  y precaución, o criterio de refreno del optimismo tecnológico. 

A tales principios, nuestro autor, que coincide con Rifkin, partiendo de premisas completamente diferentes, en proponer un modelo más participativo de sociedad, añade el pegamento de la igualdad social y de la cooperación para conseguir fines comunes. 
La pretensión de crear una sociedad perfecta ante el terrible vaticinio del advenimiento del reino de la barbarie en un mundo hostil, como consecuencia de nuestra desmesura consumista, tiene todos los rasgos de las profecías milenaristas que tan bien describió John Gray en Misa negra

Las ideas de Riechmann nos resultan colectivistas, ilusorias salvo en una situación límite y, lo que es más grave,  incompatibles con nuestra preciada libertad individual, compañera inseparable de la condición humana desde la Ilustración. Sin embargo, una de las virtudes de la Pentalogía estriba en que tales objeciones son citadas y rebatidas expresamente por Riechmann, que, como buen ecologista utópico, discute la tesis antropológica del predominio innato del egoísmo del ser humano frente al poder del altruismo como motor social, a la vez que reivindica la posibilidad de una vida plena con muchos menos bienes, pero con más relaciones y más tiempo libre (cuestiones en las que profundiza ¿Cómo vivir? Acerca de la vida buena, volumen en el que Riechmann ejerce de editor, recientemente publicado por Libros de la Catarata).

En cualquier caso, la Pentalogía de la autocontención resulta muy perturbadora por cuanto, sorprendidos como el niño inquieto cuando le advierten sobre las previsibles consecuencias de su irresponsabilidad, pero tan decididos como él a continuar con nuestras travesuras, el discurso de Riechmann nos provoca una  profunda culpabilidad ante la pésima herencia que legaremos a nuestros hijos, plenamente conscientes de que nunca seremos capaces de aplicar por nuestra propia voluntad un cambio tan radical en nuestras prioridades individuales y sociales como el que el autor nos propone.


  • Un mundo vulnerable. Ensayos sobre ecología, ética y tecnociencia, 2001, 23 euros,  424 páginas.
  • Gente que no quiere viajar a Marte. Ensayos sobre ecología, ética y autolimitación, 2004, 17 euros, 256 páginas.
  • Todos los animales somos hermanos. Ensayos sobre el lugar de los animales en las sociedades industrializadas, 2005, 20 euros, 360 páginas.
  • Biomímesis. Ensayos sobre imitación de la naturaleza, ecosocialismo y autocontención, 2006, 20 euros, 368 páginas.
  • La habitación de Pascal. Ensayos para fundamentar éticas de suficiencia y políticas de autocontención, 2009, 19 euros, 320 páginas

Todos los títulos están editados por Libros de la Catarata

sábado, 4 de febrero de 2012

Crítica a Libertad, de Jonathan Franzen



Más de un año después de su publicación en Estados Unidos llega a las librerías españolas Libertad. Durante ese tiempo, los comentarios, reportajes y críticas que han llegado del otro lado del Atlántico sobre la cuarta novela de Jonathan Franzen han sido tan elogiosos (“la primera gran novela norteamericana del S. XXI”) que resulta difícil no hacerse con un ejemplar. Una decisión de la que la gran mayoría no se arrepentirá.

Su argumento gira alrededor del matrimonio formado por Walter y Patty Berglund, “progresistas hiperculpabilizados” que de la noche a la mañana pasan de ser la familia perfecta a los vecinos que todo el mundo evita. Y aunque el texto comienza justo en el momento que esta relación parece resquebrajarse, a raíz de la decisión de su hijo Joey de irse a vivir con la hija de los vecinos, Franzen construye un puzzle temporal que nos traslada hacia el pasado y futuro de la pareja, recorriendo distintas etapas de sus vidas, de las de sus allegados (fundamentalmente de la del propio Joey  y de Richard Katz, el mejor amigo de Walter y líder del grupo musical Traumatics) y, por ende, de parte de la reciente historia de EEUU.

El mayor logro de Franzen es esa combinación perfecta entre novela de personajes, con los que a buen seguro muchos lectores se identificarán, y de época, teniendo muy presente la rivalidad entre demócratas y republicanos con los gobiernos de Bush, Clinton y Obama como telón de fondo.

Además, Franzen es un autor que no concibe la literatura sin ciertas dosis de autocrítica, de modo que este libro también invita a reflexionar sobre temas como los desmanes de la Administración y las empresas americanas en Irak, la presión demográfica, la eliminación de los ecosistemas o incluso sobre esa genérica libertad que da título al libro y que muchos no saben utilizar (“lo único que nadie te puede quitar es la libertad de joderte la vida como te dé la gana”). 

Franzen no pontifica, sino que son sus personajes, sólidamente construidos, los que se cuestionan el modo de vida actual o de otros que, por el contrario, saben aprovecharse de las circunstancias. Personajes, en fin, de carne y hueso, que aman, odian, temen, traicionan y se traicionan, se enriquecen a costa de los demás e intentan dar la voz de alarma sobre el negro porvenir que nos acecha. 



Detrás de tales protagonistas hay un narrador excepcional que les conoce y sabe sacar provecho de ello, por ejemplo a través de descripciones jocosas y originales que siembran de ironía todo el relato. Así, mientras Patty es descrita como “una alegre portadora de polen sociocultural, una abeja afable”, Walter llega a ser caricaturizado como “Don Buen Tío Sobrehumano de Minnesota y Bicho Raro Moralista Amante de la Naturaleza”). Para darle más variedad al relato, Franzen no se limita a darles voz mediante la tercera persona clásica, sino que incluye varios pasajes de la autobiografía que Patty escribe a sugerencia de su psicoterapeuta o una entrevista de un admirador a Richard que no tiene desperdicio.  

El autor no duda en declararse deudor de la novela clásica (en Libertad hay incluso un pequeño homenaje a Guerra y Paz, de Tolstoi), sin olvidarse nunca de que su mayor triunfo será entretener al lector. Y doy fe que lo consigue con un texto difícil y ambicioso en cuanto al desarrollo de trama y subtramas, de la caracterización de los personajes y del periodo abarcado, pero que en todo momento resulta fácil de leer, ameno y divertido. 

Quizás a algunos les disguste un final que puede resultar algo “blandito” o a otros les molesten ciertos personajes y situaciones estereotipadas, pero seguro que se han dejado entretener por un mago que embelesa con una historia personal, de un matrimonio de clase media como tantos otros, que trasciende y llega a contagiar sus alegrías y sus miedos, acompañándonos más allá de las páginas del libro. 


Libertad
Jonathan Franzen
Editorial Salamandra
672 páginas
25 euros en papel/