martes, 12 de enero de 2016

Peligrosas lecciones desde Florida


A propósito de la lectura de 'Las Lecciones peligrosas', de Alissa Nutting


Mariano Oliveros

En 2004, los medios de comunicación estadounidenses se hicieron eco del caso de Debra Lafave,  una atractiva mujer de veinticuatro años que aprovechó su condición de profesora de inglés de middle school (el equivalente a nuestra ESO) en Temple Terrace (Florida) para seducir y acabar manteniendo relaciones sexuales con un alumno de catorce años. 

La fascinación que sobre la opinión pública ejercen en Estados Unidos los delitos sexuales se vio reforzada por la deslumbrante belleza de la profesora, lo que tiñó el caso de un morbo tal que hasta Owen Lafave, en ese momento marido de la violadora de adolescentes, se atrevió a producir un documental sobre el caso. 

Alissa Nutting, la autora de las Lecciones peligrosas (mucho más explícitamente titulada Tampa en el original, por el lugar donde fue juzgada la profesora), que apareció en la editorial Anagrama, había estudiado en el mismo instituto en el que fue también alumna Debra Lafave y decidió novelar el caso. En esta charla la autora explica muy bien lo que persigue con su novela: dar la vuelta a nuestras obsesiones sobre el poder, el sexo y la violencia, para mostrarnos cómo resulta socialmente aceptable que una mujer sea tan agresiva como un hombre siempre que ello forme parte de su “arsenal” femenino.

Como afirma Alissa Nutting, “si un personaje femenino obedece a la regla social primaria de resultar sexualmente atractiva para los hombres, su comportamiento violento se fetichiza”, es decir, se convierte en uno más de los instrumentos destinados a la excitación masculina, como la mera belleza física o la ropa. 

Y, de hecho, muchas de las escenas de  Las lecciones peligrosas son tan eficaces con el lector, por lo menos en mi caso, como una buena novela erótica. Sin ir más lejos, el libro comienza, directamente, con una escena de masturbación de Celeste, la protagonista, pensando en su primer día como profesora de tiernos jovencitos imberbes, mientras su marido duerme a su lado. Pero la novela es mucho más que eso.

Celeste narra la historia en primera persona y no muestra ningún reparo en describirnos su absoluta dependencia de sus deseos sexuales, su obsesión por no envejecer (lo que le lleva a aplicarse los más caros y sofisticados tratamientos de belleza y cirugía), su dominio de las técnicas de manipulación psicológica para engañar a sus jóvenes víctimas, y su desprecio por el futuro de éstas, por su marido y por sus compañeros de docencia. 

La compulsiva descripción de la persecución de chicos jóvenes que realiza la protagonista es directa, casi brutal, sólo aligerada por los detalles mordaces, como los elogios que reciben las dotes pedagógicas de Celeste por parte de otros profesores, que salpican el relato y que sirven para mostrar la miopía social ante la impostura cuando se disfraza de seductoras formas femeninas.

Cuando el progreso de la trama conduce a las terribles consecuencias que eran esperables desde el principio, te ves forzado a reflexionar sobre la excitación que te produjo la lectura, teniendo en cuenta que siempre quedó claro que la protagonista era un monstruo insensible.

La ironía del caso real de Debra Lafave reside en el hecho de que su abogado consiguió la sustitución de su pena de cárcel por el arresto domiciliario, alegando que su defendida era “demasiado atractiva” para acabar en prisión. Este mismo suceso es recreado en Las lecciones peligrosas desde el terrible punto de vista de la depredadora sexual que es Celeste (que no se arrepiente de nada y vuelve a planear cómo va a satisfacer sus impulsos en el futuro) y sirve para recordarnos que la desigual perspectiva con la que juzgamos a priori a los hombres como violentos y a las mujeres como víctimas no tiene porqué compadecerse con la realidad. 

Una novela, en suma, tremendamente perturbadora, muy bien estructurada y resuelta, y dominada por la gélida, pese a su tórrido envoltorio, narración en primera persona de su ególatra protagonista. La frialdad de Celeste me pareció, de hecho, lo más inverosímil de la novela hasta que escuché en Youtube las explicaciones de la hermosa y manipuladora Debra Lafave y comprendí hasta que punto Alissa Nutting había acertado con las Lecciones peligrosas







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