martes, 12 de enero de 2016
Peligrosas lecciones desde Florida
Alissa
Nutting, la autora de las Lecciones peligrosas (mucho más explícitamente titulada Tampa en el original, por el lugar donde fue juzgada la profesora), que apareció en la editorial Anagrama, había
estudiado en el mismo instituto en el que fue también alumna Debra Lafave y
decidió novelar el caso. En esta charla la autora explica muy bien lo que persigue con su novela: dar la vuelta a nuestras obsesiones sobre el poder, el sexo y la
violencia, para mostrarnos cómo resulta socialmente aceptable que una mujer sea
tan agresiva como un hombre siempre que ello forme parte de su “arsenal”
femenino.
Y, de hecho, muchas de las escenas de Las
lecciones peligrosas son tan eficaces con el lector, por lo menos en mi
caso, como una buena novela erótica. Sin ir más lejos, el libro comienza,
directamente, con una escena de masturbación de Celeste, la protagonista, pensando
en su primer día como profesora de tiernos jovencitos imberbes, mientras su
marido duerme a su lado. Pero la novela es mucho más que eso.
La compulsiva descripción de la persecución
de chicos jóvenes que realiza la protagonista es directa, casi brutal, sólo
aligerada por los detalles mordaces, como los elogios que reciben las dotes
pedagógicas de Celeste por parte de otros profesores, que salpican el relato y
que sirven para mostrar la miopía social ante la impostura cuando se disfraza
de seductoras formas femeninas.
Cuando
el progreso de la trama conduce a las terribles consecuencias que eran
esperables desde el principio, te ves forzado a reflexionar sobre la excitación
que te produjo la lectura, teniendo en cuenta que siempre quedó claro que la
protagonista era un monstruo insensible.
La
ironía del caso real de Debra Lafave reside en el hecho de que su abogado
consiguió la sustitución de su pena de cárcel por el arresto domiciliario, alegando que su defendida era “demasiado atractiva” para acabar en prisión.
Este mismo suceso es recreado en Las
lecciones peligrosas desde el terrible punto de vista de la depredadora
sexual que es Celeste (que no se arrepiente de nada y vuelve a planear cómo va
a satisfacer sus impulsos en el futuro) y sirve para recordarnos que la
desigual perspectiva con la que juzgamos a priori a los hombres como violentos
y a las mujeres como víctimas no tiene porqué compadecerse con la
realidad.
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