lunes, 12 de mayo de 2014

El mundo propio de Jhumpa Lahiri

A propósito de la lectura de La hondonada, de Jhumpa Lahiri


Mariano Oliveros

Desde su primera novela, El buen nombre, la obra de la escritora norteamericana Jhumpa Lahiri, hija de emigrantes bengalíes y actualmente residente en Italia, se centra en el choque cultural de los hindúes expatriados en los Estados Unidos a la busca de oportunidades y en las consecuencias que provoca el desarraigo en sus descendientes.

Lahiri, siguiendo el camino de tantos grandes escritores, utiliza sabiamente el reducido mundo de sus obsesiones y experiencias personales para trasmitirnos sentimientos y conflictos universales. Los bellísimos cuentos de Tierra desacostumbrada, su libro más conocido en España, son un buen ejemplo. El brillante relato que da título al libro y que gira en torno a las dificultades de comunicación entre un padre y su hija, descendientes de hindúes de segunda y tercera generación, es un prodigio de delicadeza en la exploración de los afectos.

En La Hondonada, Jhumpa Lahiri profundiza en los recovecos de las relaciones filiales y amorosas, con el telón de fondo de la emigración bengalí a la costa de Nueva Inglaterra. La pareja protagonista (Subhash y Gauri) vive sus primeros años en su Calcuta natal para luego asentarse en Rhode Island (donde residió la propia autora). Subhash y Gauri, pese a triunfar en su vida profesional como investigadores universitarios, arrastran durante toda su existencia sus experiencias y errores de juventud. El título de la novela hace mención a una laguna estacional de Calcuta donde ocurren algunos de los hechos que marcan la vida de los personajes.

El estilo de Lahiri es simple y directo y su lenguaje sencillo y accesible. Por contra, sus personajes poseen perfiles psicológicos complejos y aciertan y yerran en sus vidas sin ser nunca juzgados por su creadora, que prescinde de imponerles las ataduras morales del narrador omnisciente. La relación con sus padres, apegados a las tradiciones, y con su hermano Udayan, simultáneamente su reverso y su complemento, influye profundamente en la conciencia de Subhash, que colma sus aspiraciones profesionales sin conseguir nunca librarse de las ataduras del pasado.

Gauri, por el contrario, es un espíritu libre (al menos en apariencia), un personaje femenino de una fuerza extraordinaria, comparable a esas irreductibles protagonistas de los mejores cuentos de Alice Munro, capaces de sacrificarlo todo para mantener, ferozmente, su independencia contra las reglas de sus ancestros.

La novela parece, en ocasiones, imperfecta, por cuanto a ratos se nos narran prolijos detalles de la vida cotidiana cuando en otras ocasiones pasan varios años en dos páginas. Acabamos, por ejemplo, conociendo en profundidad la vida académica de Gauri, centrada en la filosofía alemana tras Kant, mientras que no sabemos casi nada de la dedicación de Subhash a la biología marina.

La hija de ambos, Bela, atraviesa su adolescencia en tres patadas, pese a lo trascendente de esa etapa de su vida. Sin embargo, poco a poco uno se va dando cuenta de que a Lahiri no le interesa verdaderamente la construcción formal de personajes “realistas”, sino más bien la indagación en las causas de las emociones humanas. De esa forma, las circunstancias concretas de las vidas cotidianas resultan importantes en la medida en que sugieren, de manera deliberadamente imperfecta, explicaciones para el comportamiento y las motivaciones de los protagonistas. Por esa razón, el hilo temporal de los hechos, al servicio de la exploración psicológica de Lahiri, se rompe cada vez con más frecuencia a lo largo de la obra.

Las mejores páginas de La Hondonada, las más turbadoras, las que la convierten en una novela profunda y fascinante son, de hecho, las que nos entreabren el mundo de los turbulentos y contradictorios sentimientos de Subhash, Gauri y Udayan, que parecen poseer, merced al oficio de la escritora, un mundo propio más allá de las palabras.

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