martes, 6 de mayo de 2014

Un país a punto de torcer la esquina de la historia



A propósito de la lectura de Alguien dice tu nombre
de Luis García Montero


Alguien dice tu nombre es una historia menor, música de cámara que, sin embargo, remite a causas mayores. León Egea, estudiante de literatura en Granada y aspirante a escritor, entra en una editorial en el seco y cálido verano de 1963. Allí conoce a Consuelo, la secretaria de la editorial, un encuentro que da lugar a un primer amor torturado por la diferencia de edad, los secretos y la incomprensión. La cita a Marsé en la primera página del libro es reveladora.

La España que describe el poeta Luis García Montero en su novela, que se lee de un tirón y gustosamente, es un país conocido por muchos, pero ya difícil de explicar a un chaval de hoy. Un país anclado en el tiempo, amodorrado, provinciano y prisionero de las convenciones, donde un pantalón en unas piernas femeninas era un atrevimiento muchas veces intolerable. Es una España menesterosa, de gente cauta y agradecida por la incipiente riqueza que se empieza a filtrar a las capas más desfavorecidas, más pendientes del pago de las letras del televisor o de la enciclopedia que de aventuras políticas.

También es Alguien dice tu nombre una novela de formación. García Montero narra en primera persona la zozobra emocional del joven inexperto que cae en brazos de la mujer madura, y también da cuenta de las cavilaciones del aspirante a literato con ganas de vivir, pero sobre todo de aprender a mirar, para luego contarlo. Es el mismo León Egea que, siguiendo las recomendaciones de su misterioso profesor de literatura en Granada, lee con constancia a los rusos y se interesa por Baroja, Valle-Inclán, Juan Ramón Jiménez o Galdós, al tiempo que empieza a flirtear con la disidencia política.

El lenguaje de García Montero es preciso, y minucioso a ratos, y le sirve para dar cuenta de los pensamientos íntimos del universitario pobre y de pueblo aspirante a todo en la ciudad provinciana. También nos presenta, a través del prisma atormentado de Egea, a unos personajes aparentemente anodinos, pero cruciales en algún caso para entender el giro final del libro, como Vincente Fernández, el veterano vendedor de enciclopedias, don Alfonso, el editor con amigos influyentes en el Régimen, o Marcelo, el camarero melancólico del bar donde el protagonista y sus amigos pasan el rato.

Alguien dice tu nombre es también una novela con aire cinematográfico, que se manifiesta en la recreación de ambientes en esa Granada aparentemente anclada en el tiempo y deudora sin remedio de un esplendor pasado, o en las persecuciones callejeras y nocturnas de protagonista, siempre a la busca de los fantasmas alentados por sus dudas o por los celos que la incomprensible Consuelo despertará en él.

La peripecia vital de León Egea, quizá alter ego del propio autor, nos traslada a una España remota y abúlica, un país atrasado y olvidado que, sin embargo, está a punto de torcer la esquina de la historia, aunque muchos de sus ciudadanos -incluído el mismo protagonista- no llegaran nunca a sospecharlo.

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