domingo, 2 de octubre de 2011

Houellebecq en los arrabales




No había leído antes ningún libro de Michel Houellebecq, pero la presión (mediática, por una parte, y de algún amigo, por otra) me ha vencido. En cualquier caso, El mapa y el territorio se lee compulsivamente, y se disfruta. No quiero ponerme pedante, pero tengo que soltarlo: Houellebecq anda como pocos por los arrabales emocionales del mundo occidental, por esos escenarios poco transitados por los novelistas con aspiraciones intelectuales, y lo hace sin grandilocuencias y sin forzar la estructura y el tono del relato. 

Una Nochebuena en soledad y sin palabras, una clínica donde se practica la eutanasia en Zurich (“un distinguido moridero”, como se nos dice en alguna parte de la novela), un asesinato tremebundo que revuelve las vísceras de los mismos agentes que lo investigan… Son esos lugares y momentos los que marcan el periplo de los dos personajes que sostienen el libro: el introvertido Jed Martin, estrella sin querer del mundo del arte, y un tal Michel Houellebecq (¿les suena?), personaje huraño y solitario, desterrado por voluntad propia a un pueblo fantasmal de Irlanda y, por qué no, vaca sagrada de las letras francesas y lo mejor del olimpo literario quizá desde Sartre. Entre esos dos seres se establece una amistad efímera, pero provista de una inefable sintonía. Ambos, solitarios de mediana edad, comparten el reconocimiento artístico, pero también el alejamiento de un mundo mentiroso y cínico.

Si en la primera parte del libro Houellebecq centra la atención en el fotógrafo y pintor Jed Martin y aprovecha su peripecia para hablarnos de la impostura que preside el mundo del arte, de los medios de comunicación y de la empresa, o para denunciar que toda Francia se haya convertido en una parada turística de cartón piedra; en la segunda da un giro radical y nos propone una investigación policial en toda regla. En ese momento, Houellebecq centra la atención en el comisario Jasselin, un policía vocacional y felizmente casado, que tiene que afrontar un caso siniestro y aparentemente irresoluble justo al borde de su jubilación. Ahí, el ritmo demorado de la primera parte se hace vibrante.

Aunque la introversión, la frialdad o la melancolía marcan el universo Houellebecq, un deseo de redención preside secretamente todo el libro. El ejemplo más palpable es el del desencantado Jed Martin, que anhelará el amor casi siempre esquivo de la bella Olga durante años.

El estilo al que recurre Houellebecq es descuidado, como muchos le critican. Por otra parte, el autor reconoce deudas con la versión francesa de la Wikipedia (lo que llevó a algunos a decir que había plagio y a su editorial a defenderse en los tribunales). Todo es cierto. Pero tengo la impresión de que Houellebecq, al que sus enemigos han visto en estos años como “reaccionario, cínico, racista y misógino vergonzoso”, plagia y escribe de esta forma para provocar. El mapa y el territorio es una visión a contracorriente y amarga de la vida actual, pero sobre todo respira verdad en cada línea. 
Además, Houellebecq no solo amplía el ángulo de visión de la novela aireando los sentimientos más íntimos e inconfesables de sus personajes, sólidamente construidos, sino que también se ayuda de cualquier elemento externo para reforzar su caracterización: sus hábitos en el supermercado, el coche que conducen, los aparatos tecnológicos que pulsan, el mobiliario doméstico que les rodea o la última prótesis a la que acuden para alegrar su vida sexual… (“Aunque no supiera nada de su vida, a Jed le sorprendió ver llegar a Jasselin al volante de un Mercedes Clase A. El Mercedes Clase A es el automóvil ideal para una pareja sin niños que vive en una zona urbana o periférica y que no ve con malos ojos, sin embargo, concederse de  vez en cuando una escapada a un hotel con encanto…”, dice en la página 312). 
En fin, Houellebecq nos desafía con una visión dura y desengañada de la realidad, pero llena de matices y hallazgos. Hasta un cierto punto, novelar de esta manera pone en entredicho la capacidad de entendimiento que la cultura burguesa tradicional puede tener de un mundo, el contemporáneo, tan complejo y subterráneo.

El mapa y el territorio
Michel Houellebecq
Editorial Anagrama
Barcelona, 2011
379 páginas
21,90 euros

1 comentario:

  1. Seré sincero. No conozco esta novela. Y tampoco a su autor. Pero, por lo que permite entrever Juan en su análisis con una lucidez más propia de quien escribe que de quien comenta lo escrito, aun escribiendo, rebosa acidez y un espíritu analítico muy apetecible. Especialmente ahora, en una etapa en la que la mejor forma de entender la realidad de la que formamos parte parece ser, precisamente, autoinfligirnos una catarsis de realidad. Bienvenida sea. Me la apunto para tenerla presente en mi próxima visita a la Casa del Libro o la FNAC, que no tardará en llegar.

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