lunes, 16 de septiembre de 2013

A quién no le apetece una hamburguesa de vez en cuando



A propósito de la lectura de 'Ángeles y demonios', de Dan Brown


Me dispongo a cometer una herejía dentro del blog de Juan Cabrera, y de paso a contribuir a llenarlo de perplejidad, haciendo honor a su título. Me siento como un profanador de una cueva sagrada de la cultura; un truhán indocumentado que con alevosía y nocturnidad perpetra un crimen de lesa literatura.

Pero déjenme que me defienda. No me manden a la hoguera sin escuchar mis argumentos, aunque muchos calificarán de peregrinos y propios de una mente ¿perturbada?, ¿mezquina?, ¿ignorante? Salgo a la palestra, a pecho descubierto y sin el sujetador de los prejuicios. Me importa un bledo si me gano el abucheo general; yo no me gano la vida con ello, aunque todos los días leo y corrijo textos. Algo que ha conseguido erosionar mi pasión por la lectura, que ha construido un callo en mi alma de tal manera que me cuesta disfrutar con un buen libro.

De hecho, me siento desesperanzado y frustrado. Sólo autores como García Márquez o Quevedo consiguen reconciliarme con las letras. Tras leerme en julio La Celestina, por momentos reviví, sumergiéndome en un proceloso mundo de sabiduría popular, si bien mis neuronas acabaron maltrechas tratando de desentrañar un castellano renacentista, pétreo y ácido.

Cerré la excelsa obra, exhausto y con agujetas cerebrales, llorando la muerte de la alcahueta y con la promesa de volver a abordar tan apasionante historia en mejores condiciones. Acto seguido, necesitaba un placebo, expulsar de mis venas ese chute de adrenalina clásica.
Miré mi exigua biblioteca, y en un rincón, junto al Código Da Vinci, desafiante, lo vi. El primer libro de Dan Brown, la precuela de todos los Landongs -Angeles y Demonios- lucía su lomo con lascivia. Entiéndanme. Hacía un calor espantoso que me enajenaba. Y pequé ávido de placer, en busca de un orgasmo definitivo para mis vacaciones estivales.

Lo arrebaté del estante con violencia y me sumergí en sus páginas, como en una piscina multicolor que me prometía horas de emoción y aventuras. Quienes hayan disfrutado leyendo El código (si se atreven a confesarlo en público) entenderán mis expectativas y mi debilidad. Una hamburguesa. Una puta hamburguesa con mostaza, pepinillo, queso fundido y bacon.

Porque Dan Brown es un mago configurando aventuras y hamburguesas. Con carne que parece de verdad y si no lo es, me importa un carajo. No pienso decírselo a Carlos Arguiñano, no creo que la literatura destile de sus recetas culinarias. Pero Brown logra cautivar al lector, sabe embaucarlo y trasladarlo a un mundo ¿ficticio? barnizado de ¿conocimiento? y de ¿realidades? que lo meten en su bolsillo mágico.

Un bolsillo donde lo mismo resucita una secta mítica (Illuminati), recrea a un assasin que llena la novela de estupor y misterio, transgrede los principios de la física (el CERN y la bomba antimateria), ilustra sobre el cónclave papal o traza una vía láctea clandestina dentro de Roma con Galileo y Bernini como principales resistentes en el combate entre la ciencia y la religión. Y devorando esas infames páginas, uno siente deseos perentorios de conocer aquellas historias de la historia que nunca nos contaron, y que mueven los hilos de todas las conspiraciones.

El argumento de la novela está pormenorizado en la siguiente dirección, lo cual me ahorra más explicaciones: http://es.wikipedia.org/wiki/%C3%81ngeles_y_demonios_(novela).

Los más perezosos pueden optar por la película dirigida en 2009 por Ron Howard y protagonizada por Tom Hanks y Ayelet Zurer, que está muy conseguida. Remato mi crimen. Invito a leer este libro, que también tiene sus excesos (el protagonista tiene más vidas que Tintín), con un final delirante y muy americano. Pero lo dicho, cuando sales de comer una buena hamburguesa, sientes rabia y deseo de buscar un buen confesor que sea capaz de redimirte de tu pecado. Pero pecar a gusto debería desgravar ante las autoridades morales. Que Juan Cabrera disculpe mis faltas y sea comprensivo con la debilidad humana. Errare humanum est.





2 comentarios:

  1. ¡Pecador! ¡arrepiéntete!. Para redimirte, como justa penitencia, deberás leer "Contraluz" en un máximo de 10 noches y hacer un resumen.

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  2. Durante todo el verano, he estado tentada a comerme esa hamburguesa doble con queso de Inferno, pero cada día me decía que tenía que ser fuerte, que debía resistir... He pasado un verano de mierda, reprimida y aburrida con hamburguesas más complicadas de digerir. Y todo para nada, porque ahora sé que, cuando la vea en el burguer público de mi barrio, no podré resistir la tentación y me lanzaré a darla un buen mordisco. ¿Errare humanum est?

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