domingo, 18 de noviembre de 2012

Canción errónea, de Antonio Gamoneda



En un mundo en el que leemos tanto, en la prensa, en Internet, en las novelas, en los libros de autoayuda, en una búsqueda extenuante de la certidumbre, de seguridades que sabemos que se llevarán el tiempo y el viento, la perplejidad que provoca un poeta como Antonio Gamoneda (1931) es un contrapunto necesario, terapéutico incluso. “Únicamente he aprendido a desconocer y olvidar”, dice en un momento de Canción errónea, su único poemario en 8 años.

En horas bajas para la metafísica, para esas preguntas por el sentido que antes nos proporcionó de forma institucional la religión, pero que hoy raramente se escuchan, los poemas terriblemente existenciales, pero descreídos, de Gamoneda son una llamada de atención. “Esta mañana he escuchado la más falsa de las palabras: ‘Vivir”. Gamoneda ejerce la profesión que le ha ocupado gran parte de su vida: el autoconocimiento. Gamoneda, el poeta que de niño aprendió a leer descifrando los versos del único poemario que dejó su padre muerto. 

Canción errónea es un libro donde el poeta, ya octogenario, anticipa el final del camino, su muerte. Es, como alguien ha sugerido, “arte de la memoria en la perspectiva de la muerte”. Pero también es trabajo luminoso por cuanto encontramos al viejo Gamoneda ejercitando la lucidez en un intento (vano quizás) de hacer recuento y asumir su finitud. “He vivido y no sé por qué. Ahora he de amar mi propia muerte y no sé morir. Qué equívoco”.

Con versos premonitorios construidos con un lenguaje despojado, minimalista, reiterativo, Gamoneda espera el momento final mientras rememora la infancia, ese “territorio dibujado por la pobreza” de la provincia y la Guerra Civil, y evoca a la madre redentora como hiciera en su anterior libro, Un armario lleno de sombra. “En realidad yo voy a ser, ya estoy siendo, huérfano de mí mismo”. También hay un Gamoneda vagamente rebelde que denuncia la falsedad y la mentira.

En un mundo donde ha triunfado la inmanencia y donde se nos pide que lo entendamos todo, cuesta asumir el estado de perplejidad en que nos deja el poemario intimista de Gamoneda, compuesto por un par de miles de palabras escurridizas y nunca enteramente comprendidas. Supongo, como sospechaban los místicos, que no todo puede ser dicho y mucho menos comprendido.



En fin, Canción errónea es un libro evocador sobre los límites, sobre la vida entendida como el “accidente” que ocurre entre dos inexistencias. Dejo por aquí unos cuantos poemas del poemario, aunque, por las limitaciones del editor de este blog, no respeto los márgenes y tabulaciones del original:


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Había
vértigo y luz en las arterias del relámpago,
fuego, semillas y una germinación desesperada.

Yo desgarraba la imposibilidad,
oía silbar a la máquina del llanto y me perdía en la espesura
vaginal. También

entraba en urnas policiales. Así
olvidaba los ojos blancos de mi madre.
Vivía
Parece ser.
Vivía

Ahora mismo atiendo distraído a mi estertor. No hay en mí
memoria ni olvido; única y simplemente lucidez.

Han desaparecido los significados y nada estorba ya a la
indiferencia.

Definitivamente, me he sentado
a esperar a la muerte
como quien espera noticias ya sabidas.


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Desprecio
la eternidad.
He vivido
y no sé por qué.
Ahora
he de amar mi propia muerte
y no sé morir.
Qué equívoco. 


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…desde hace tiempo,
descanso en la tiniebla dúplice y,
de vez en cuando, digo
dos palabras, dos, sólo dos
con certidumbre:
no sé.



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Amé. Es incomprensible como el temblor de los álamos.
Estoy extraviado pero yo sé que amé.

Yo vivía en un ser y su sangre se reunía con mi sangre y
la música me envolvía y no mismo era música.
Ahora,
¿quién es ciego en mis ojos?

Unas manos pasaban sobre mi rostro y envejecían len-
tamente. ¿Qué fue vivir entre heridas y sombras? ¿Quién
fui en los brazos de mi madre, quién fui en mi propio co-
razón?

Únicamente he aprendido a desconocer y olvidar. Es extraño.
Todavía el amor
habita en el olvido.

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Canción errónea
Antonio Gamoneda
Editorial Tusquets
153 páginas
14 euros

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