domingo, 16 de octubre de 2011

La niña de Rajoy



Retrocedamos cuatro años. Es muy probable que lo que más se recuerde de los dos debates que Zapatero y Rajoy mantuvieron a principios de 2008, en la recta final de la anterior campaña presidencial española, no sea la dura recriminación del candidato del PP al socialista por haber olvidado a las víctimas del terrorismo, o la andanada de cifras que uno y otro dieron para justificar su más o menos pesimista visión de la economía.

Lo más probable es que si hoy se pregunta por aquellos cara a cara televisivos muchos vuelvan a hablar de "la niña de Rajoy", el personaje de ficción con el que el líder de la derecha debía coronar su intervención, en un intento de mostrar su lado más humano. "El otro día hablé de una niña, de una niña que tiene que crecer, y en esa niña pienso, porque esa niña mueve mi sentimiento y mi corazón", sentenció Rajoy para cerrar el segundo debate televisado. 



Ni que decir tiene que el intento de Rajoy de emocionar y ganarse a la audiencia con esa historia fracasó y algunos le tacharon incluso de cursi. La voz del candidato transmitió poca convicción y sus dotes de actor quedaron en entredicho. La mirada esquiva del político, siempre más pendiente del papel que de la cámara, tampoco ayudó. En realidad, siempre pareció que Rajoy leía un texto y que ese texto, además, no era para él.

Sin embargo, la famosa niña del político gallego es muy de nuestro tiempo, mucho más, en todo caso, que el discurso más tradicional de Zapatero. Y es que la teoría que sostenía el planteamiento de los asesores del candidato conservador reconoce el papel central del storytelling, o arte de contar historias, que durante siglos estuvo circunscrito al ámbito de la literatura, pero que en las últimas décadas se ha convertido en un arma de persuasión y encantamiento a la que han recurrido líderes políticos y empresariales de todo el mundo.

En este libro, el escritor francés Christian Salmon, que no se hace eco del caso de Rajoy, hace un repaso por algunos de las manifestaciones del storytelling en vida política americana y francesa, explicando incluso cómo se lo ha apropiado el Pentágono, que cada vez recurre más a guionistas de Hollywood y al mundo del videojuego.

Salmon examina los efectos de esta ficcionalización del mundo en dos ámbitos básicamente: el económico y el de la política. En el mundo de la empresa, este "imperialismo narrativo", que impone un acercamiento a la realidad a través de una story cercana y emotiva y nunca gracias a un análisis riguroso de los hechos, ha producido una metamorfosis profunda en el modo de comunicar de las corporaciones.

Ya no vale el producto o la marca a secas. La imagen de la compañía tiene que ir asociada a un relato, a una historia de superación. Como la del fabricante de ordenadores que empezó en un garaje o la destilería de wisky que ha salido adelante gracias al trabajo sincero, abnegado y respetuoso con la tradición de una familia. Esta capacidad del storytelling para crear mundos de color rosa en la empresa, denuncia Salmon recordando a Richard Sennet, han llevado a creer en el cambio constante como algo incuestionable o a asumir la ficción (movilizadora) de que nadie compite con nadie y todos somos iguales en el seno de las compañías.
  
Más jugosos si cabe son los capítulos que Salmon dedica a los presidentes de los EEUU que, en mayor o menor medida, han recurrido al storytelling para transmitir su visión (interesada) del mundo. Porque si algo tienen en común Ronald Reagan (un actor al fin y al cabo), George W. Bush y Barack Obama, es precisamente su confianza absoluta en el discurso-ficción como vehículo para motivar a la ciudadanía.

El ejemplo de Obama es iluminador. Los muy estudiados discursos que, durante los dos años previos a su elección, le sirvieron para darse a conocer por todo el país están trufados de tiernas historias, como la de Ann Nixon Cooper, una anciana activista de color que nació poco después de la abolición de la esclavitud y que, con 107 años cumplidos, se  convirtió en la materialización, como el propio Obama, del sueño americano.

Christian Salmon también dedica unas páginas finales a la política en su país, Francia, para recordar que en las últimas elecciones presidenciales, que enfrentaron a Nicolas Sarkozy y Ségolène Royal, también se impuso la confrontación de historias personales al estricto debate de ideas. Sarkozy con la del hijo rebelde que rompe con el padre-presidente y Royal con la de la atractiva mujer que derriba a los viejos elefantes de su partido.

Es un punto de inflexión en Francia que hace pensar que hay larga vida para el storytelling político también en el viejo continente. Eso sí, con la connivencia de unos medios dispuestos a aprovechar el amarillismo que todo esto genera. En fin, el libro de Salmon, que está bien documentado y que recurre a una prosa sobria y culta, ayuda a desentrañar y desenmascarar el sentido de las historias que hoy dirigen el mundo y que, en periodo de elecciones, siempre vuelven al primer plano.   


Storytelling. La máquina de fabricar historias y formatear las mentes
Christian Salmon
Prólogo de Miguel Roig
262 páginas
20,90 euros

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