A propósito
de la lectura de ‘Filosofía mundana: microensayos completos’, de Javier Gomá Lanzón
Como su título
indica, no estamos ante uno de esos áridos libros de filosofía escritos para
iniciados en la disciplina o para un reducido número de académicos. Javier Gomá Lanzón lleva años defendiendo la necesidad de que el pensamiento se asome al
mundo y aborde los problemas, paradojas (y gozos) a los que nos enfrentamos por
el simple hecho de vivir. En la línea del pensamiento claro, diverso y aireado
de Ortega y Gasset.
Si se pasan por
alto algunos pasajes de este volumen excesivamente culturalistas (Gomá no
oculta sus conocimientos de la filología clásica), se puede decir que estamos
ante un libro accesible, útil y estimulante para el hombre corriente. Gomá saca
de paseo a una disciplina, la filosófica, que en las últimas décadas se ha
vuelto estéril socialmente, y que, lejos de abordar los dilemas del vivir, se ha
dedicado a dar vueltas sobre sí misma, intentando sacudirse el complejo de
inferioridad ante la ciencia, o ha sucumbido al pesimismo o la sospecha
posmoderna. Gomá no concibe la filosofía como un acto privado, sino compartido,
de pura comunicación.
Para Gomá, la
filosofía se ha hecho poco edificante y se ha alejado de la calle en un momento
en que hay una gran tarea pendiente: la de aprender (o re-aprender) a vivir una
buena vida en sociedad. Precisamente, ese lazo es el que quiere recuperar en muchos
de estos microensayos, que se pueden leer en el tiempo que dura un viaje en
metro. Un cuestión que también fue el meollo de su tetralogía sobre la
ejemplaridad (Taurus, 2014).
Gomá reclama que
la filosofía vuelva a elevar sus miras y nos sirva como guía para vivir juntos,
para recuperar el poder vertebrador de las buenas costumbres y las
convenciones, términos cargados de connotaciones moralizantes poco gratas y
desgastados por dos siglos de romanticismo y revoluciones del
yo. “La cuestión moral ahora pendiente ya no es cómo ampliar la libertad
subjetiva, sino cómo crear las condiciones para una convivencia pacífica entre
millones de individualidades liberadas, fomentando entre ellas hábitos de
amistad cívica”.
Y es que, en su
opinión, el camino de la emancipación y la liberación del yo ya está agotado, y
se impone un viaje de vuelta que nos haga reflexionar sobre lo que tenemos en
común y sobre cómo podemos articular y gozar esa vida compartida. Porque, como recuerda
el autor a menudo, ir de transgresor hoy “es como hacer
topless en una playa nudista”, a pesar de tanta
retórica publicitaria y tanta letra de canción invitándonos a ser uno mismo,
cueste lo que cueste.
Como no
podía ser de otro modo, puesto que Gomá defiende una comunicación directa y
clara, sus reflexiones siempre están escritas en primera persona e incluso van
salpimentadas por momentos con alguna confesión impúdica, como cuando proclama
su vanidad literaria y reconoce sin ambages que siempre que escribe busca el
halago del lector y se entristece cuando no llega. Se agradece la sinceridad.
En las
perlas de filosofía mundana que Gomá Lanzón nos deja con esta reunión de microensayos, que reúne 63 piezas escritas para periódicos y libros en los
últimos años, no sólo se aborda la necesidad de repensarnos en sociedad, sino
que también hay reflexiones sobre el amor, la amistad, el dinero, la
felicidad, el poder, la universidad, la belleza de un atardecer, el paso del
tiempo, la prisa de la vida moderna o el sexo. Siempre de forma directa, breve
y amena. Una buena lectura.
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