lunes, 4 de marzo de 2013

El héroe de los indignados



A propósito de la lectura de Liquidación final
de Petros Márkaris


En un país donde la corrupción ha campado a sus anchas, la evasión de capital es moneda corriente,  no es extraño que un justiciero que ejecuta a aquellos individuos que se han beneficiado de la venialidad burocrática y han desviado del fisco enormes cantidades de dinero, ganadas al albur de un sistema corrupto, termine siendo un héroe popular. 

En una Atenas congestionada por las manifestaciones permanentes, los disturbios sociales y las protestas de los ciudadanos, la figura del detective Kostas Jaritos emerge como el punto de vista de la sensatez. Es la proyección de su propio autor, Petros Márkaris (1937), un izquierdista que sufrió la Dictadura de los Coroneles (1967-1974) que asoló el país heleno, y que con los años ha tamizado sus ideales.

Hay varias razones de peso para leer esta novela. La historia, en sí misma, engancha. No es solamente las peripecias de un asesino vengativo que utiliza la simbología clásica y el cianuro socrático para cometer sus crímenes. Es la historia de un policía otoñal que se encuentra en un momento clave de su vida profesional, con opciones de promocionar aunque con la espada de Damocles pendiendo sobre su cabeza por su tendencia a chocar con los intereses de sus superiores. 

Pero a la vez, sufre un problema familiar que vertebra la novela, y la realidad de su país, su hija quiere emigrar en busca de una posición y un salario acorde con su preparación. Él y su mujer, el gran eje de su vida y de su concepción de la realidad, están a punto de zozobrar,  
Los suicidios de personas desesperadas por su situación también aderezan esta novela, como el dardo que mortifica a la sociedad griega. Es el retrato de un país inoperante, varado en una incapacidad crónica, en un viaje a la negación de sí mismo.

Pero la etiqueta de novela policíaca no debe llamar a engaño. Que nadie espere persecuciones espectaculares, escenas de violencia al estilo Hollywood o el más mínimo erotismo. Si acaso chispas de un humor tirando a negro y un sentimiento trágico de la vida, en la línea del más puro ortodoxo cristianismo heleno. La construcción de la historia es buena, consistente y está cimentada por la realidad social y la veracidad de sus personajes. 

La visión del protagonista (alter ego del autor) marca la historia, la define y determina de forma endogámica. El protagonista domina la situación y no quiere que nada se le escape. Juega una partida de ajedrez programada y no deja nada fuera de su voluntad. Solo de vez en cuando hace concesiones al resto de personajes, pero para reforzar su condición de personaje omnisciente.

Quizá esta es la principal debilidad de la novela. Estaba predeterminada y su resolución resulta forzada, rápida y poco efectista. Es como si un torero quisiera matar rápido después de realizar una faena casi magistral. Tocar en hueso para un novelista puede ser un fracaso, igual que para el diestro. Aunque el público siempre podrá saborear esos deliciosos pases con los que ha aderezado su narración. 

Hay que quedarse con lo bueno, y Márkaris opta por la juventud, representada en su hija y una antigua compañera suya de universidad que ayudará a resolver el enigma; son la juventud en las que pone sus grandes esperanzas para la recuperación del país. En el fondo, Márkaris, conocedor de los infiernos que ha visitado el hombre, nos deja traslucir que no hay que caer en el derrotismo de la tragedia griega. Hay un futuro, y todavía podemos luchar por él.


2 comentarios:

  1. He tenido la oportunidad de leer hace poco este libro y coincido contigo: me ha entretenido mucho, pero me ha defraudado el final. Quedará para siempre en mi memoria la hipótesis de uno de los personajes, que no duda en afirmar que Merkel está detrás de las muertes, cansada de tener que ir siempre detrás con el monedero, pagando lo que otros no pagan. Yo se la recomendaría a todos aquellos que quieran mirar esta crisis desde una perspectiva original.

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    1. Gracias por tu comentario. Lo de la Merkel parece un chascarrillo del autor buscando los extremos. Me imagino que a los griegos no les caen muy bien los alemanes y viceversa. Un saludo.

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