domingo, 21 de octubre de 2012

Flores en las grietas, de Richard Ford




"Ninguno de nosotros es gran cosa"

  
Richard Ford no es un autor prolífico. Seis novelas para un señor que está a punto de cumplir 70 años no se puede decir que sea mucho. La necesidad de mantener la presencia del “poco productivo” Ford en las librerías, dicen, es lo que ha llevado a su editor, Jorge Herralde (Anagrama), a inventarse este librito, compuesto por retazos autobiográficos y comentarios sobre literatura.

A pesar de tener un origen tan plebeyo, el resultado no es malo, y ni tan siquiera parece forzado. Flores en las grietas nos acerca al autor de El periodista deportivo, El día de la independencia o Acción de gracias, que constituyen un potente fresco de los Estados Unidos desde la Segunda Guerra Mundial a esta parte. El tono del libro es menor, íntimo, y ahí justamente radica su interés.  

En Europa tendemos a idealizar la vida de los escritores, atribuyéndoles inconscientemente las aventuras de sus personajes de ficción o haciéndolos protagonistas de los conflictos morales que se plantean en sus libros. La sacralización del intelectual que tuvo lugar en la Francia del siglo pasado y que convirtió el desencuentro de Camus con Sartre en un asunto universal, ha influido a la hora de consolidar esa actitud reverencial que los europeos adoptamos ante el mundo de la cultura. 

En el mundo anglosajón las cosas son bastante diferentes. La sospecha que suscita cualquier gesto de intelectualismo en Estados Unidos hace que sean sus propios escritores e intelectuales los se adelanten a rebajar las expectativas. Ford también coge esta línea. “Ninguno de nosotros es gran cosa”, llega a decir en un momento, citando a Auden. Los escritores no son gente especial y con un fascinante mundo interior, y el que así lo crea es un frívolo, advierte en otro capítulo.

Siguiendo con este ejercicio de autoconocimiento y despojamiento, Ford hace un encendido homenaje a un profesor universitario que le enseñó a leer la literatura que le interesaba cuando él nada sabía (en el capítulo La lectura). También reconoce su propensión a la violencia física (En la cara) o a la holgazanería (Holgazanear mientras la Musa recarga pilas).

Sus muchos años dando clases en la Universidad y en eso tan americano que son los talleres de escritura creativa, se notan en las partes del libro que yo más aprecio, que son las que dedica a hablar de sus fuentes de inspiración literaria. Otra vez rehuyendo el intelectualismo y el comentario sesudo, Ford nos pone sobre la pista de joyas (a veces escondidas u olvidadas) de la literatura estadounidense del siglo XX y vuelve a clásicos como Chejov, con una deliciosa relectura de La dama del perrito. También una delicia es su lectura de Revolutionary Road, de Richard Yates, aunque estoy seguro de que romperá esquemas a algunos.

Por último, algunos capítulos de este Flores en las grietas los dedica Ford a rescatar episodios de su infancia en el hotel de Little Rock, en la ribera del Misisipi, regentado por su abuelo. En En recuerdo del golf, que cuenta la fascinación que siente por este deporte un empleado negro del hotel, la inesperada intriga convierte la rememoración en una relato excelente. Para mitómanos es su aproximación, en otra parte del libro, a Raymond Carver, con el que tuvo una intensa amistad.  



He aquí algunas de las obras (casi siempre cuentos) de las que habla Richard Ford en este libro y que pueden deparar alguna lectura interesante:

Muerte en el bosque, de Sherwood Anderson
Quiero saber por qué, de Sherwood Anderson
Reunión, de John Cheever
El fuego del hogar, de Tobías Wolff
¿Qué es lo que quiere?, de Raymond Carver
Años luz, de James Salter



NOTA: Richard Ford acaba de publicar en Estados Unidos su séptima novela, Canadá, que todavía no ha llegado a España. A continuación tenéis un vídeo sobre este trabajo. 






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