sábado, 15 de septiembre de 2012

La Central: una nueva librería en Madrid






En España las librerías no son precisamente acogedoras. Por lo general son sitios de pasillos angostos, mal iluminados y donde la lectura es poco menos que una proeza. Muchas tienen más que ver con un decomiso de toda la vida que con un lugar para el descubrimiento. Y es que, al fin y al cabo, si uno no va a una librería a dejarse sorprender, lo mejor es que se quede en casa haciendo el pedido por Amazon.

La Casa del Libro de Madrid, una de las mayores librerías del país y (todo hay que decirlo) la que más fondo bibliográfico exhibe, espanta a cualquiera por ese aire industrial que las sucesivas reformas le han dejado. Esos suelos de plástico verde y esos pasillos delimitados por finas líneas de pintura blanca tienen más que ver con un almacén suburbial de material eléctrico que con una librería. Además, para el fatigado lector que llega a los pisos superiores de La Casa del Libro nunca hay una triste silla (no digamos un sillón de orejas con su café humeante) donde ojear un volumen, ni una ventana para descansar la vista y que rompa ese hilo de luz macilenta que sale de los fluorescentes de oficina que se distribuyen por el techo.

Siempre admiré esas confortables librerías de los países del norte, donde uno puede pasarse la tarde leyendo, conversando, comiendo o navegando por Internet, y todo mientras tu hijo se divierte con las piezas de un mecano o pintarrajea un bloc de dibujo.

Sin embargo, la apertura de La Central en el centro de Madrid puede cambiar el panorama. Hacía mucho tiempo que en Madrid (y yo diría que en España) no había una alegría de verdad para los nos pasamos alguna que otra tarde escudriñando anaqueles. Cuando parecía que todo estaba perdido y que el mundo del libro y de los libreros se iba a extinguir irremediablemente por la avalancha de las pantallas y del todo gratis, la inauguración de La Central, en la plaza de Callao, a escasos metros de la todopoderosa Fnac y de El Corte Inglés, se presenta como un rayito de esperanza. Es verdad: La Central es un ejercicio de voluntarismo, es pura obstinación en los tiempos que corren, pero hay que celebrar su apertura. 

Creo que sus promotores, unos libreros catalanes, han intuido por dónde van las cosas y presumen que el libro en papel va camino de convertirse en el capricho de una minoría, un lujo, un producto premium (¿caro?) que no puede ser despachado como un botella de leche o un pack de cervezas, sino que hay que ofrecer convertido en una experiencia total, como la historia que lleva dentro. Las exitosas tiendas de Apple, donde un reproductor de música o una pizarra digital se convierten en un modelo de vida,  marcan el camino a seguir para todos.

Los dueños de La Central (1.200 metros cuadrados) han entendido que para competir con Amazon o con la piratería de libros electrónicos habrá que dar algo más. El que se dé un paseo por las tres plantas del edificio antiguo que acoge al establecimiento de Callao, que ha sido espléndidamente restaurado y aprovecha al máximo las posibilidades de la luz natural, verá que el libro no viene solo. La propia arquitectura y la decoración, o el olor a café y la música que inundan la primera planta, donde han dispuesto un restaurante, ya nos ponen en un escenario distinto.

Además, en La Central (por lo menos en estos primeros días), el librero nos propone un diálogo. Los libros seleccionados y recomendados son muchos, y en muchos lugares de la tienda están organizados en torno a temas muy concretos: literatura y locura, Londres y sus suburbios, el Congo Belga, Montaigne… También permite a los compradores dejar sus sugerencias. Esperemos que este esfuerzo de selección se mantenga.

A la entrada, el expositor de la exquisita editorial italiana Feltrinelli, fundada por Giangiacomo Feltrinelli, un aristócrata metido a terrorista de izquierdas y que murió a principios de los 70, cuando le explotó una bomba que debía dejar sin luz a media Milán, ya es toda una declaración de intenciones.

La Central, en cuyo accionariado está metida la propia casa Feltrinelli, apuesta por una selección cuidada, pero también por el libro bien editado, ese donde la calidad del papel, el cuerpo y el estilo de la letra, el interlineado o el tacto y el cromatismo de la cubierta no son menos importantes que el contenido. En sus baldas escasean los libros de bolsillo (¡y hasta se echan de menos los bestsellers!), y sí llaman la atención, por ejemplo, las primorosas portadas de la editorial Atalanta, de Jacobo Siruela. Otra declaración de intenciones.

La Central es una apuesta arriesgada, nadie lo duda, pero que puede señalar el camino a muchos libreros, deprimidos por la crisis y la bajada de las ventas de los últimos años, y paralizados por un futuro que solo se vislumbra a través de una pantalla. El libro en papel como experiencia total.



 Para acceder al plano de La Central, pincha aquí

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