domingo, 8 de mayo de 2011

Los límites necesarios



Ingenuidad aprendida es en realidad un libro para los padres que, bebiendo en las aguas del mayo 68, educaron a sus hijos bajo el paradigma de la liberación y hoy ven a sus vástagos sin asideros éticos y compromisos sociales. El discurso del último libro de Javier Gomá (en realidad una reunión de conferencias y escritos de encargo para obras colectivas) ha sido transitado en los últimos tiempos por pedagogos, sociólogos, psicólogos o incluso cineastas (captó muy bien la esencia de esta decepción paternal la película del catalán Roger Gual Remake, realizada en 2006).


Sin embargo, con un estilo directo, provocador y que huye del lenguaje para iniciados de los trabajos universitarios, este libro plantea una visión de largo alcance del problema, pues no busca sus antecedentes en los movimientos juveniles de los años cincuenta o sesenta del siglo pasado, sino que va mucho más lejos y sitúa su origen en el romanticismo del siglo XVIII y el proceso de subjetivización que impulsó, logrando “la más lúcida deslegitimación de los relatos tradicionales” y el olvido de un lenguaje sobre el que construir nuestra convivencia. Gomá reconoce los beneficios que ha traído este proceso de liberación, pero cree que hoy está agotado.


“La transgresión hoy es como hacer top-less en una playa nudista”. La metáfora es suya, aunque no aparece en este libro. Aunque tantos decenios de exaltación del yo y búsqueda de la libertad personal hayan dado una connotación muy negativa al concepto de límite, Gomá, recurriendo a Goethe, nos recuerda que “limitarse es extenderse”. Esas restricciones que engrasan nuestra convivencia y que el autor cree que hay que recuperar son “las buenas costumbres”, un término en desuso y que huele a rancio, pero que son la base para reconquistar el espacio público, para volver a aprender a vivir juntos.


Gomá detecta una sangrante paradoja: a pesar de la asfixiante burocratización, que regula hasta los detalles más nimios de nuestra existencia, la existencia privada de las personas es pura anomia fraguada al grito de “vive tu vida”. La tarea pendiente, para Gomá, es llenar este vacío moral, pues sólo se puede recuperar la responsabilidad cívica si se recupera la responsabilidad individual. Para hacerlo, Gomá, enlazando con libro anterior, propone la difusión del comportamiento ejemplar.


“La coerción acaso cambie la conducta externa de los ciudadanos, pero no sus corazones, que solo se dejan persuadir por una oferta convincente de sentido personificada en el hombre ejemplar”, dirá en las páginas finales de Ingenuidad aprendida. En fin, estamos un libro a contracorriente, valiente y que, pese a su brevedad, pone a funcionar la razón práctica para hacer propuestas de largo alcance sobre el vivir colectivo. 

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