domingo, 8 de mayo de 2011

Judt en la frontera



El refugio de la memoria es un libro jubiloso. Uno se pregunta de dónde sacó las fuerzas un postrado y moribundo (por una enfermedad degenerativa) Tony Judt para escribir esta delicia autobiográfica, con muchos más claros que sombras a pesar de las funestas circunstancias en las que fue concebido. Judt, el autor del portentoso Postguerra, que, según los expertos, es uno de los grandes libros de historia de la última década, rehúye la autocompasión y la escritura trascendente, e ilumina con sus vivencias más íntimas las cuestiones que, como historiador e intelectual, más le interesaron siempre: la vigencia de lo público, la degradación contemporánea de la educación o la política, el papel social de la inteligencia, la pérdida del consenso sobre la que se edificó el viejo continente a partir de la Segunda Guerra Mundial o los cambios en Europa del Este a finales del siglo XX.

Hijo de un emigrante belga y de una judía londinense, trabajador en un kibutz en los sesenta, profesor en Estados Unidos y observador, en primera línea, del fin del comunismo en la Praga de los ochenta, Tony Judt es un buen ejemplo del hombre frontera, y esa condición precisamente fue la que le permitió mantener la necesaria distancia ideológica y sentimental que forjaron su honestidad intelectual. Porque Judt fue siempre capaz de reconocer y valorar los argumentos del otro, a pesar de que chocaran con los propios, y se mostró implacable con los de su cuerda si no mostraban la debida consistencia. Un ejemplo de esa integridad la tenemos en su libro de artículos Sobre el olvidado siglo XX.

“Prefiero los confines: aquellos lugares donde los países, las comunidades, las lealtades, las afinidades y las raíces se topan incómodamente entre sí, y donde el cosmopolitismo no es tanto una identidad sino la condición normal de vida”, dirá en un momento de El refugio de la memoria. En cualquier caso, el autor británico lanza un aviso a navegantes porque la cerrazón acecha y puede dar al traste en los tiempos venideros con ese fecundo universalismo: “En este ‘espléndido nuevo siglo’ echaremos de menos a los tolerantes, a los de los márgenes: a la gente fronteriza. Mi gente”. En fin, a pesar de la lástima que causó a todos su desaparición, quedan estas bellas e inteligentes páginas como muestra de su integridad y audacia. Un festín.


El refugio de la memoria

Tony Judt
Editorial Taurus
240 páginas
19 euros

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