martes, 14 de abril de 2015

A vueltas con el padre




A propósito del último libro de Fernando Marías


Abundan muchos los novelistas que, en vez de buscar en el ancho mundo exterior el hilo argumental y los personajes de sus historias, bucean en la familia y en los recuerdos para sacar adelante sus libros, mezcla en muchos casos de realidad y ficción. Es el caso de uno de los descubrimientos editoriales de la temporada, el de Milena Busquets, que se enfrenta al dolor que le deja la muerte de su madre, la editora Esther Tusquets, en También esto pasará, editado por Anagrama.  

Y es que las relaciones paterno-filiales dan para mucho. Al fin y al cabo, gran parte de la mejor literatura se asienta en las grietas de ese vínculo irrenunciable, tormentoso y feliz. Pienso en el teatro de Arthur Miller o del omnipresente estos días Chejov, autores que ofrecen una visión gris y descarnada de la paternidad. O también en libros más próximos que me han gustado, como Tiempo de vida (Marcos Giralt Torrente), Ojalá octubre (Juan Cruz) y en este de Fernando Marías, La isla del padre.

El libro de Fernando Marías, Premio Biblioteca Breve 2015 de Seix Barral, llegó a mis manos casi por casualidad, pero es todo un descubrimiento. No había leído nada del autor (que por cierto no tiene nada que ver con Javier Marías) y me ha emocionado su sinceridad, la valentía que muestra para volver a los momentos culminantes de la relación con su padre, marinero de profesión y cabeza de familia casi siempre ausente. El relato vuelve una y otra vez a los encuentros y desencuentros -o a las palabras no dichas- que padre e hijo tuvieron durante casi 60 años. Y destila la amargura, atemperada por la experiencia, de un Marías que se reprocha el tiempo perdido y pide perdón por los destrozos que la ingenuidad y el furor adolescente de otra época dejaron en la casa paterna.

Estamos ante un ejemplo de literatura como redención. “El gran éxito está en tener la lucidez y la paz interior para rememorar lo que fui y los pasos que di”, reflexiona Fernando Marías en un momento de unas memorias que también son un canto de amor al cine de alguien que se convenció de que su trabajo era contar historias viendo westerns en su Bilbao natal, en aquellas tardes de domingo y de verano en que la pantalla grande se convertía en la puerta de la imaginación.

La isla del padre es también un libro sobre la fascinación que en los niños provoca la vida imaginada o imaginaria de los mayores. De ahí que la figura del padre, en principio un ser extraño, se convierta, en la cabeza del joven Marías fascinado por el cine, en un bravo marino curtido por miles de travesías y muchas tormentas en alta mar, en un espía o, mucho más tarde, en un misterioso hombre con una vida paralela en Madrid o en Buenos Aires.


Marías ha escrito bien un libro que entretiene y que rememora sobre todo la España de los sesenta. También es hábil el autor para recurrir constantemente al flash back y a la mezcla de planos temporales, subrayando que la vida es pura casualidad y que, sin embargo, los actos y los pensamientos de hoy están íntimamente ligados a los que tuvieron lugar hace un siglo, cuando sus antepasados llegaron a la casa familiar de Bilbao. Esa misma casa en la que él escribe las líneas de este libro, justo después de la muerte de su padre, a modo de despedida. 

En La isla del padre, la guerra civil, la posguerra, el descubrimiento de Madrid en los primeros años setenta por parte de un joven con ganas de triunfar o la propia muerte del progenitor en 2013, son secuencias de una misma película hilada por los recuerdos, muchas veces dolorosos, y la imaginación del cinéfilo que acabó en la literatura.  


No obstante, en algunos momentos el relato (muy bien escrito) pierde fuerza y convicción porque no explica suficientemente lo que cuenta o porque deja que la bruma de la desmemoria se apodere de la narración, quizá para envolver de misterio a la figura del padre. Así, nos dirá el autor que en su juventud fue un tipo “irresponsable, desordenado y moralmente suicida”, sin que nos aclare qué le lleva a un juicio tan severo, y hasta qué punto esa mala vida entorpeció la relación con el padre, que es eje de todo el libro. 

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